El año del ventilador

ESTA VEZ sí, se dicen unos a otros en CiU. A la tercera va la vencida. Los sondeos, los propios y los de los demás, coinciden: el tripartito no suma. Están convencidos, además, de que la corriente de fondo, que no es de ahora sino que viene de atrás, les favorece y les ha de llevar hasta el gobierno de la Generalitat. Por supuesto, todos los partidos están al tanto de lo que dicen las encuestas, y de que, a día de hoy, el tripartito carece de margen para reeditarse.Sin embargo, el caso de los convenios firmados por Millet con la Fundación Trias Fargas hizo saltar las alarmas en la sala de banderas convergente. No sólo por el asunto en sí, del que muy pocos tenían conocimiento, sino, sobre todo y con más intensidad conforme pasaban los días, por la extrema virulencia que los socialistas catalanes y sus huestes mediáticas empleaban para intentar ponerles en la picota. Si a principios de verano algunos colaboradores de Mas, y el propio Mas, contemplaban la posibilidad de una precampaña y una campaña broncas, colmadas de gritos, reproches y supuestos trapos sucios, ahora, visto lo visto, empiezan a prepararse en serio para soportar lo que puede ser un año, el que queda hasta las elecciones, de verdadero infierno. El año del ventilador. Un año, se entiende, siempre que el presidente Montilla desmienta los rumores de adelanto electoral que periódicamente se propagan en los mentideros políticos.Si, efectivamente, el PSC, preso de su peor pesadilla, esto es, perder la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona después, opta por embarrar el terreno de juego e ir sin cuento a por las piernas del rival, Mas deberá tomar una decisión trascendental. O aguantar el chaparrón y mantener la calma para continuar con el plan trazado, o sea, dirigirse al ciudadano con serenidad para contarle cuáles son las propuestas convergentes para sacar al país del atolladero y ganarse su confianza, o cambiar de tercio y meterse en la goyesca pelea a tortazos que, temen en CiU, es lo que estaría deseando el PSC. Un tipo de pelea que engordaría la desafección y alejaría más aún a los ciudadanos de la política, favoreciendo una abstención récord, lo que a su vez otorgaría mayor relevancia al voto de los muy convencidos, de los siempre afectos, de los núcleos duros, un escenario, barruntan los convergentes, que quizás diera a los socialistas opciones de romper los malos augurios e incluso de acometer la carambola de la suma tripartita.

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