EN LAS SEMANAS anteriores a las elecciones de 2003, que habrían de convertir a Pasqual Maragall en el sucesor de Jordi Pujol, reinaba en influyentes círculos nacionalistas la preocupación sobre cuál podía ser la deriva del PSC si se quedaba fuera del gobierno, si nuevamente, como venía sucediendo desde 1980, veía frustrado su afán por conquistar la Generalitat. En tales círculos se contemplaba con inquietud que la dirección socialista pudiera no sólo frenar el lento pero claro desplazamiento -hacia el centro y hacia el catalanismo- que años atrás había emprendido el partido, acentuado desde la primera tentativa de Maragall a la Generalitat, sino también ponerse a desandar lo andado. Esto es, que el PSC, viéndose arrojado a la oposición, apostara por acentuar su izquierdismo y, sobre todo, por jugar la carta españolista y anticatalanista. Es más, para muchos de los partidarios de un gobierno conjunto entre CiU y ERC, la incógnita sobre la reacción socialista se erigía como el gran inconveniente a una alianza de ese corte. De hecho, como se recordará, el principal argumento que después dio ERC para justificar su apuesta por el tripartito se basó en la necesidad de atraer a las bases del Partit dels Socialistes hacia el catalanismo, que viene a ser la otra cara de la moneda de los miedos que atenazaba a los nacionalistas a los que aludía más arriba.
Me hizo recordar estas viejas historias el discurso de Fin de Año supuestamente institucional -lamentablemente no lo fue- del presidente Montilla, cuando planteó el futuro de Cataluña en forma de dilema. O la continuidad de mi mano o vais a ir mal, y ojo con los falsos atajos soberanistas o independentistas. Vi en esas pocas frases relampaguear la tentación populista y españolista. Y también del reciclaje y reutilización del miedo al futuro. Fue un momento y tomó forma de escalofrío. Sea como fuere, no pude evitar hacerme un par de preguntas. La primera: ¿va Montilla a obligar a los catalanes a elegir entre el PSC (y el PP) y los que reclamarán, cuando se produzca, una respuesta contundente, en clave de dignidad y esperanza, a la posible sentencia castradora del Constitucional?, ¿está calibrando abrir una trinchera contra CiU-ERC, pese a gobernar con los republicanos? La otra: ¿cómo va a reaccionar el actual PSC si pierde el gobierno de la Generalitat (cabe la posibilidad que junto con el Ayuntamiento de Barcelona)?