LA SENTENCIA del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto ha
descorchado la botella de los disparates. De los vistos y oídos
referiremos hoy sólo un par. Vayamos al primero. Según la doctrina
engordada con afán por la derecha españolista y sus amplios
alrededores, que asume también, una parte por convicción, otros por
pusilanimidad, la tribu socialista, existen tres vocablos que hay que
entender como sinónimos: Constitución, Democracia y España. Así, en
mayúsculas. Si alguien pone peros a la Constitución (o al Tribunal
Constitucional) atenta contra la susodicha trinidad y puede ser
linchado sin miramiento. Éste es el subtexto que le afloró a la señora
De Cospedal al tachar al presidente de la Generalitat de fascista. Si
te disgusta lo que deciden unos señores y señoras de un tribunal, si te
enoja que se pasen por el forro la soberanía popular, si crees que la
politiquería que campa en la justicia española es execrable, si estás
convencido que ser presidente de la Generalitat supone defender el
Estatuto catalán, pues eres un fascista. La señora se disculpó, lo que,
por otra parte, no resta valor a su desliz. En cualquier lugar del
mundo civilizado menos, por lo visto, en España se puede ser muy
constitucionalista, muy demócrata y muy patriota y estar en franco
desacuerdo con una sentencia del TC o instancia equivalente. También es
posible criticar abiertamente la Constitución y no ser visto como un
criminal. Incluso se puede defender la independencia de una parte del
territorio del Estado y ser considerado tan demócrata como los
demás.
Vayamos rápidamente al segundo tipo de disparate, en esta ocasión
a cargo de los socialistas. Me refiero a la burda argucia consistente
en evaluar la sentencia a base de porcentajes. Proclamar -en especial
cuando se desconocen aún los términos exactos del destrozo del TC- que
se ha salvado el 95% del Estatuto es una bobada, amén de un intento de
tomarle a la gente el pelo. Alguien a quien le hubieran sacado los ojos
-o hubieran castrado- seguro que entendería a lo que me estoy
refiriendo, amén de maldecir a los que se aferran a los porcentajes
para hacerle pam i pipa al PP. Lo que nos lleva a las lamentables
escaramuzas entre socialistas y populares para ver quién ha ganado la
partida de la sentencia. Escaramuzas que constituyen una frivolidad de
muy mal gusto y una grave desconsideración para con el conjunto de los
catalanes.