Escuchaba ayer a Montilla asegurar que lo que de verdad planea CiU es meter a Rajoy en la Moncloa y Zapatero volvió a constatar que la política catalana es rara, rarísima, pues hacía solo un rato, mientras mojaba el cruasán, había creído entender que lo que debía decir es que Mas y los suyos son como un melocotón, ortodoxos autonomistas por fuera, pero rabiosos independentistas por dentro. Quizá, mientras Montilla aún mitineaba, tuvo Zapatero un fugaz recuerdo para el jefe de campaña del PSC, Jaume Collboni, quien en abril opinó que invitarlo a él para que les apoyara no era «lo más prudente del mundo». Claro que fue también
Collboni quien anunció una campaña constructiva y de buen rollito y luego los socialistas han insistido en lo tradicional, aplicándose en anunciar lobos feroces y meter el dedo en tantos ojos ajenos como se pueda.
De la campaña de hace cuatro años se les ha reprochado a los convergentes su tono agrio y combativo. Como botones de muestra, su compromiso ante notario de no encamarse con el PP -populares al margen, ¡fue el PSC quien más le criticó!- y ConfidencialCat, el documental de propagada que se repartió con los diarios. Aquel DVD recordaba a los ciudadanos los desastres del tripartito maragalliano. Ahora, en el 2010, pese al anunciado cambio de registro, al logo de la sonrisa, a la imperturbabilidad que se han autoimpuesto, Mas y los suyos no han podido resistir la tentación de sacar a pasear el fantasma del tripartito y poner en internet un minivídeo contra la coalición de izquierdas. Es personalizable y se puede enviar a los amigos para empujarlos a impedir el tercer tripartito. Quizá ayer, en Viladecans, Zapatero rumiara todo ello, e incluso puede que la nostalgia le condujera a evocar lo que soltó en el 2003: «¡Apoyaré la reforma del Estatuto de Catalunya que apruebe el Parlamento de Catalunya!».