Ha tardado poquísimo en ocurrir. Hace solo unos días que Alicia Sánchez-Camacho aparecía junto al inefable Francisco Caja reclamando la escolarización bilingüe para su hijo. Caja , presidente de Convivencia Cívica Catalana, sonreía mefistofélicamente mientras la líder popular exhibía ante las cámaras la instancia presentada en la Conselleria d’Ensenyament. Pese al aire de rancio vodevil de la escena, en el Govern saltaron las alarmas, pues algunos empezaron a darse cuenta de que el PP no va a limitarse a intentar ocupar la centralidad aprovechando los espacios que el PSC, en parte por propia voluntad, en parte forzado, en parte debido a su desconcierto, está desalojando. Los populares, además, van a marcar paquete y no solo en inmigración, sino especialmente a través de elementos de carácter identitario, lo que puede incluir desde la socavación de la inmersión lingüística en catalán hasta los ataques a las embajadas de la Generalitat en el extranjero y la reivindicación de las corridas de toros, pasando por un larguísimo etcétera. Se trata, por parte del PP, de dar satisfacción a sus electores de Catalunya –donde en ese ámbito compite con Ciutadans– y de fuera de ella.
La dialéctica evoca la que durante los siete años de tripartito mantuvieron el PSC y ERC, cuando el partido republicano no dejó de subrayar su perfil soberanista. El PP, según parece, va a dedicarse a hacer lo propio pero en clave españolista. ERC pretendía compensar ante su parroquia el pacto con el partido de Pasqual Maragall y José Montilla . El PP catalán aplica un razonamiento similar en su alianza con CiU, en la que, como bien saben Mariano Rajoy y Sánchez-Camacho , los populares tienen mucho que ganar. Es por eso que rezan para que CiU y los socialistas no consigan entenderse y, por tanto, la situación acabe cristalizando.
A CiU, por supuesto, le horroriza que tras las próximas elecciones españolas el PP alcance la mayoría absoluta. Le horroriza por muchos y variados motivos. Uno de ellos es que se repita lo sucedido a lo largo del periodo 2000-2004, en el que los nacionalistas catalanes quedaron presos de las huestes de José María Aznar . Por consiguiente, no es previsible que Artur Mas y su federación cierren la puerta del diálogo con los socialistas. A pesar de ello, son conscientes de que, al menos hasta después del próximo congreso del PSC
–que está previsto para los días 28, 29 y 30 de octubre–, va a ser muy complicado poder establecer relaciones sólidas, serias y fructíferas con ese partido. Los convergentes no cerrarán la puerta, en primer lugar, porque el PSC es el primer partido de la oposición. Y, en segundo lugar, porque le han visto las orejas al lobo popular, un lobo que, encima, aparenta ser mucho más exigente y voraz que en el pasado.