¡Anda, los donuts!

Hace ya muchísimos años, en la televisión en blanco y negro ponían un anuncio de Donuts donde un niño de camino a la escuela súbitamente se daba cuenta de que se había olvidado el desayuno. «¡Anda, los donuts!», exclamaba llevándose la mano a la cabeza. Ya con los donuts y retomado el trayecto, se percataba entonces de que se había olvidado la cartera: «¡Anda, la cartera!» Si no reacciona, algo parecido puede acabar por sucederle a CiU, que a veces parece no haber aprendido del que fue, a mi parecer, uno de los grandes errores del pujolismo: no preparar suficientemente el futuro.

Jordi Pujol gozó de una larga etapa en el poder, pero nunca se entretuvo en organizar lo necesario para la inevitable pérdida de la Generalitat. Tampoco durante sus últimos gobiernos, pese al declinar electoral y político. Lo único que se hizo en esta dirección, a contrarreloj y tras muchos titubeos, fue elegir al sucesor del gran líder, Artur Mas . El heredero y CiU se vieron pronto en la oposición y, además, sin refugios ni apenas resortes que pudieran protegerlos del frío y la ventisca.

CiU, en especial CDC, no estaba preparada. Todo lo contrario: carecía de envergadura y músculo. Tras pasar Jordi Pujol a un segundo plano, era obligado, además, armarse para poder batallar con fuerza en el campo de las ideas y en pos de la hegemonía ideológica. Nadie, en definitiva, había trabajado seriamente para cuando llegaran los malos tiempos. Apenas existía campo base. Como la cigarra de la fábula, el pujolismo no quiso darse cuenta de que algún día el áspero invierno iba a llegar. ¡Anda, los donuts!

Tras sobrevivir y resurgir milagrosamente, la CiU masista , si se me permite el término, corre el riesgo de olvidarse nuevamente los donuts. La verdad es que las graves dificultades económicas a las que se enfrenta el país, junto a las cuitas internas del propio Govern, que no son pocas, contribuyen a ello. Y también la que es sin duda una anomalía política: hoy el Ejecutivo convergente no tiene oposición o, mejor dicho, no tiene ante sí un partido de oposición sólido y que represente una auténtica alternativa. El PSC se ve agobiado por problemas de toda índole: de liderazgo, de organización, de proyecto, etcétera, que debe concentrarse en resolver antes de aspirar a plantar cara de verdad a CiU.

Pero la cúpula nacionalista no debería interiorizar como normal una situación que, repetimos, es claramente anómala y, por lo tanto, cabe pensar que pasajera. De hacerlo, amén de imitar otra vez al chavalín del anuncio –¡anda, la cartera!– estaría cometiendo un error que, sumado al que arriba señalábamos, constituiría no solamente un descuido incomprensible, sino sobre todo una muestra de deslealtad hacia sus bases y su proyecto.
 

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