Los convergentes siguen insistiendo en su propuesta de pacto fiscal, perfilando su arquitectura y procurándose un desfiladero jurídico por el que transitar. Mientras, Carme Chacón –organizadora, como ministra de Defensa, de las celebraciones militares del Día de la Hispanidad ayer en Madrid– se ha visto obligada a improvisar una posición propia y el popular Jorge Fernández Díaz se declara abierto a reducir el déficit fiscal si este ahoga la economía catalana. Saben todos que la idea de recuperar parte de lo que pagamos y no revierte en Catalunya es ampliamente compartida por los ciudadanos. Por supuesto, también lo sabe Josep Antoni Duran Lleida , quien ha buscado convertirse en el centro de atención al denunciar el PER de Andalucía y Extremadura. El tono del democristiano ha sido populista, puede que ofensivo, pero eso no invalida la pertinencia de la crítica.
El presidente Mas , que recibía esta semana con indisimulada envidia al primer ministro quebequés, Jean Charest , va a reclamar el pacto fiscal y no va a renunciar al que es su marco ideológico y estratégico, la transición nacional, basada en algo tan simple como que toda nación, su demos , tiene derecho a decidir sobre sus asuntos. ¿Qué va a ocurrir tras el anunciado triunfo de Mariano Rajoy ?. ¿Qué futuro se le estará abriendo a Catalunya cuando el líder del PP salga al balcón proclamándose vencedor?. Concretamente: ¿Cómo va a afrontar el Govern las relaciones con un PP con mayoría absoluta?
Dos grandes vectores empujan a Mas –quien rehusó viajar ayer a Madrid– al entendimiento con el PP: por un lado, la necesidad de conseguir oxígeno para las arcas autonómicas; por otro, la falta de apoyos en el Parlament, apoyos que, o cambia mucho el PSC, o solo cabe esperar del PP y ERC. En contra del abrazo con los populares juegan los ideales nacionalistas de Mas y el núcleo de CiU, pero también el recuerdo de los duros castigos electorales sufridos cuando Pujol se asoció con Aznar .
¿Mi apuesta? Mas tanteará primero a Rajoy y luego intentará dibujar un esquema en que los pactos con el PP en el campo económico, avalados por los estragos de la crisis, se combinen, además de con la exigencia de un pacto fiscal que reduzca sustancialmente el déficit catalán, con el discurso y las propuestas de corte soberanista.
Si consigue mantener ese rumbo sinuoso, navegando diestramente entre dos aguas sin que la corriente lo eche en brazos del PP –algo que haría saltar de contentos a influyentes sectores financieros y empresariales catalanes– ni de ERC, podrá mantener la centralidad. Si la beligerancia o las exigencias del PP o de los independentistas de Oriol Junqueras lo impidieran, CiU se arriesgaría a tener que pagar una muy dolorosa factura política.