Pese a que la atención se concentró en el retroceso de CiU, el PSC sufrió un nuevo y mayúsculo descalabro el pasado 25 de noviembre, cuando cayó de 28 a solo 20 diputados. Desde el 2003, los socialistas catalanes han perdido más de 500.000 papeletas y su peso electoral se reduce hoy prácticamente a la mitad.
Identificar y ponderar los distintos factores que han contribuido a esa caída no es tarea fácil. Tampoco saber si la hipótesis de trabajo hasta ahora vigente, esto es, que el PSC, más tarde o más temprano, se recuperará y volverá a estar en disposición de disputar el poder, es un instrumento adecuado para reflexionar sobre lo que está sucediendo. Bien podría suceder que el PSC no consiga levantar cabeza y pase a tener un rol menor o secundario en el sistema político catalán.
Sin duda, uno de los elementos que con más intensidad están haciendo mella en el PSC es el de las relaciones entre Catalunya y el resto del Estado. El empuje del soberanismo, que arranca con el proyecto de nuevo Estatut abanderado por Pasqual Maragall, agudiza, y continuará haciéndolo, las dificultades en el interior del PSC y con el PSOE.
El PSC es un partido catalán comprometido con un proyecto de ámbito español que, sin embargo, goza de autonomía. El PP de Alicia Sánchez-Camacho, en cambio, se limita a aplicar la estrategia marcada por la sede popular en la madrileña calle de Génova, eso sí, introduciendo ciertos matices aquí y allá. Asimismo, el PSC es un partido de gobierno, esta es su tradición y su vocación. No así en el caso del PPC, para el que la prioridad indiscutible ha sido siempre aportar votos para conquistar la Moncloa.
La doble naturaleza de los objetivos que debe perseguir el PSC (los suyos en Catalunya y los del PSOE) produce disfunciones mayores cuanto mayor es la tensión entre Catalunya y España. Cuando, como en la actual etapa, los intereses y sentimientos se distancian o se contraponen, armonizar ambas estrategias se convierte en una tarea de titanes, si no un anhelo irrealizable. Esto es así pese a que ahora los efectos de la dramática crisis económica debieran aupar a un PSC que se halla en la oposición y que, además, cuenta con la ventaja de no tener que soportar el desgaste que sufriría si el PSOE estuviera gobernando en España.
Con la recién iniciada legislatura en Catalunya, una legislatura que es fruto y tiene como gran vector la consulta sobre la independencia, el binomio PSC-PSOE va a continuar sometido a un gran estrés, a una fuerte tensión. ¿Va a resistir la alianza entre ambos partidos? ¿Se romperá para dar lugar a dos ofertas políticas distintas? Dadas las actuales circunstancias, ¿qué es lo menos malo para el PSC, para el PSOE, y para los ciudadanos catalanes y españoles?