Se han producido en las últimas fechas dos hitos importantes -a mi entender, bastante más de lo que se ha dicho y escrito- en cuanto a las reclamaciones de Catalunya. En primer lugar, el Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN) ha entregado su informe sobre las fórmulas para que los catalanes puedan pronunciarse sobre su futuro. Se trata de un texto fruto del trabajo de un consejo formado por personas de indudable valía profesional, y que encabeza Carles Viver Pi-Sunyer, quien fue vicepresidente del Tribunal Constitucional. No es un texto de propaganda, sino técnico, que dibuja un completo mapa de las distintas vías, señalando las ventajas, dificultades y riesgos de cada itinerario. También hemos conocido la carta que el president Artur Mas ha enviado a Mariano Rajoy pidiéndole dialogar, negociar, para ponerse de acuerdo, justamente, en cómo hacer para que los catalanes puedan ser consultados. La misiva es institucionalmente impecable y pone encima de la mesa el asunto de fondo lo que muchos en el Gobierno español y fuera de él pretenden soslayar u ocultar: hay que dar una respuesta democrática al anhelo de la gran mayoría de los catalanes, que exigen que su voz sea oída. Ambos elementos, el informe del CATN -que será también remitido a Rajoy- y la carta de Mas, tienen algo en común: se dirigen a la cabeza, los inspira en la sensatez y desgranan argumentos sólidos y razones de peso. No apelan al estómago, sino al debate democrático en su sentido más auténtico. Es por ello que los dos resultan muy incómodos a los que desde dentro y fuera de Catalunya pretenden llevar las reivindicaciones catalanas al terreno del choque de emociones identitarias, con la esperanza de generar una espiral que divida a la sociedad catalana y/o pueda dar cobertura a actuaciones contundentes y explícitas de castigo y sometimiento por parte de los poderes del Estado. Saben, y saben los que desde la propia Catalunya colaboran con tal estrategia, que, si el asunto degenera en una confrontación emocional, en un pulso bañado en testosterona, el conjunto de los catalanes tenemos todas las de perder. En este contexto, es ineludible hablar del PSC. La cúpula socialista debería aplaudir sinceramente los términos de la carta de Mas a Rajoy. Encaja a la perfección con lo que han venido diciendo Pere Navarro y los suyos: diálogo para que los catalanes puedan decidir dentro de la legalidad. Por contra, se observa cómo, cada vez con mayor frecuencia, en el PSC algunos se suman a la estrategia del PP y Ciutadans, y repiten como loros ciertos eslóganes e insultos de repertorio. Alguno ha llegado a establecer vínculos entre lo que sucede en Catalunya y el nazismo. Inaudito que ello se dé en un partido con su tradición democrática y catalanista. Y qué pena.