Releo el artículo de Antonio Balmón publicado la semana pasada en este diario. La casualidad hizo que coincidiera con las conmemoraciones del 50º aniversario del histórico discurso del reverendo Martin Luther King. El número dos del PSC no es que no tenga un sueño para hacernos soñar, es que parece no saber cómo despertar de la pesadilla que vive el socialismo catalán. El planteamiento de Balmón contiene, al menos, un falso dilema y una contradicción. Reprocha a los críticos que se expresen fuera y no dentro del partido, o sea, a través de la prensa: son desleales. Sin embargo, deja muy claro también que en el partido hay unos que mandan y que a los demás (la minoría) les toca acatar y obedecer. O sea: prohibido discrepar, ni dentro ni fuera. Y a quien no le guste, que se largue, sobra. La contradicción: el propio Balmón utiliza los medios para aventar el fuego y arremeter sin contemplaciones contra los sectores críticos. Culpar a estos del fracaso del PSC no solo es injusto, sino que no responde a la verdad. Además, ¿a qué se refiere? ¿A los tripartitos? ¿A Pasqual Maragall? ¿A José Montilla? ¿Hace falta recordar que Balmón lleva una eternidad entre los capitanes del PSC? ¿O que creció políticamente flanqueando a Montilla, al que sucedió en la alcaldía de Cornellà? Si los fracasos, supongamos, hay que atribuirlos a los catalanistas del PSC, a ellos también corresponden los éxitos, que, por otra parte, no han sido pocos, ¿no? El tono irritado de Balmón (a quien tengo por una persona inteligente) me lleva a pensar que la situación creada en el PSC es muy, muy difícil. Desesperada. Los factores que contribuyen a ello son diversos, por supuesto. Pero, sin duda, uno importante es la forma en que los socialistas están actuando en relación al movimiento soberanista. La cúpula del PSC no ha sabido leer el cambio operado en la sociedad catalana. Por eso se la ve desconcertada e incómoda, más inclinada decir que no que a argumentar en positivo. Retomemos el artículo de Balmón. Dice que el PSC defiende «sin complejos» el derecho a decidir. No estoy de acuerdo. A algunos dirigentes les resulta horrorosamente difícil hablar del derecho a decidir. El PSC debería ser capaz, por ejemplo, de proclamar que es más trascendente el ejercicio del derecho a decidir que el resultado de hacerlo, sea el que fuere. O de dejar claro que la autodeterminación no está sujeta, ni es subsidiaria, de la legalidad española, aunque el PSC rechace una consulta amateur. Etcétera. Solo así el socialismo resultará creíble y podrá esperar que se le escuche al hablar de federalismo o de convencer al PSOE y al PP para cambiar de verdad la Constitución. Mi opinión es que el PSC -pese a que desafió al PSOE votando distinto en el Congreso- no se cree del todo ni, en consecuencia, puede defender con convicción mucho de aquello en lo que dice creer y defender.