Mariano Rajoy y el PP siguen adelante en su estrategia, que pasa no por el diálogo ni el pacto, sino por el o todo o nada, esto es, por buscar el choque convencidos de que derrotarán al soberanismo. Una vez conseguido, tendrían vía libre para dar un nuevo impulso a la asimilación cultural y a la recentralización del poder. Para redibujar el actual modelo autonómico. Una buena parte del PSOE piensa lo mismo o no le parece mal.
Dadas tales intenciones, una derrota de soberanismo, la no independencia para simplificar, tendría unas consecuencias desastrosas para la sociedad catalana. Supondría retroceder mucho, quizás de forma irremediable. Hace unos días, la decisión de la Generalitat valenciana de suprimir la radio y la televisión autonómicas de un plumazo nos ha dado una muestra, una más, de cuál es la actitud y la sensibilidad del PP cuando de una lengua y una cultura diferente de la castellana se trata. El Gobierno de Rajoy se negó a rescatar RTVV y el Gobierno de Alberto Fabra optó por echar el cierre. Este último tuvo, encima, la desfachatez de declarar: «No voy a cerrar un colegio o un hospital para mantener RTVV».
Desde la perspectiva de Catalunya, la llamada tercera vía (o las terceras vías) es la opción que acarrearía menores costes. Pero a cambio de renunciar al derecho a decidir y a la independencia, de conformarse, si acaso, con mucho menos. Sea como fuere, la existencia de la tercera vía depende ineludiblemente -dato clave- de que España haga una oferta atractiva de pacto a Catalunya, y el españolismo, como decíamos, no está por la labor. Todo lo contrario.
No soy de los que creen que la independencia va a solucionarlo todo por arte de magia. Menos aún de hoy para mañana. Si el llamado proceso acaba triunfando, las cosas tampoco serán sencillas, pues la ruptura
-sobre todo considerando la actitud del conglomerado de poderes que manda en España- no será amable. Igualmente, los costes de transición de una situación a otra van a resultar onerosos. Van a suponer muchos sacrificios, se diga o no se diga. Pero a medio plazo los catalanes serán más libres y su vida dependerá mucho más de ellos mismos, es decir, del acierto o desacierto de sus decisiones.
La respuesta española preponderante está pasando por alimentar el miedo y el enfrentamiento interno en Catalunya. Buscan que los costes de la independencia sean percibidos como inasumibles y muchos catalanes den marcha atrás. Se silencia mientras el precio que ello conllevaría. Lo que ocurriría con una Catalunya arrepentida o derrotada. Pero sería estúpido no tenerlo en cuenta. Aparentemenente, a Oriol Junqueras no se le escapa y el otro día lo sintetizó así: «La única tercera vía que se puede esperar del PP es la del Canal 9». Catalunya no será perdonada. Conviene saberlo.