M ariano Rajoy había anunciado que tenía un «plan» para Catalunya. El gran día para desvelarlo era el sábado, segunda jornada de la convención del PP celebrada en la Diagonal de Barcelona. En la primera, el viernes, destacaron Alicia Sánchez-Camacho y el ministro Montoro . Sánchez-Camacho , impulsada por el ansia de hacer méritos ante los jefes, se saltó todos los semáforos al comparar como quien no quiere la situación del País Vasco con la de Catalunya. No creo, la verdad, que tal ocurrencia les sentara muy bien a las víctimas del terrorismo etarra ni a los populares vascos. Sobre el tic consistente en asimilar Catalunya a Euskadi me referí hace poco ( La vasquitis del PP , 13-1-2014) por lo que no voy a abundar en ello. Montoro reveló que, en contra de lo prometido, no va a publicar las balanzas fiscales (como, por cierto, sí hizo Zapatero en una ocasión y hacen en Alemania o Canadá). Ha pergeñado, por lo visto, un sistema de propia invención. Supongo que no pretende que los catalanes le hagan ningún caso. Y dejo en manos de los guionistas del Polònia al señor Moragas dando lecciones de cosmopolitismo al resto de catalanes, a quienes, confesó, no desearía ver convertidos en « hobbits » (sic). Vayamos, pues, al presidente del Gobierno, que volvió a repetir el sábado que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Confundiendo una y otra vez un referendo o consulta no vinculante con la independencia, hizo una reflexión que, me temo, ilustra cuáles son sus ideas sobre Catalunya y los catalanes: «Ningún español es propietario de la provincia que ocupa, como ningún vecino es propietario de la calles por las que transita! Esto es: tanto derecho tiene sobre Catalunya un señor de Torrelodones o Mérida como uno de Badalona o Flix. Si esto es el plan que el PP y Rajoy para Catalunya, pues ¡vaya plan! Lo único positivo, por decir algo, fue que el líder del PP aseguró que los españoles quieren a los catalanes y que no iba a asfixiar a la Generalitat porque las víctimas serían todos los catalanes (es decir, los españoles que se hallan en las provincias al nordeste del territorio). Gracias. Para tratar de encontrar una explicación a tanto despropósito podemos recurrir a dos hipótesis. La primera: Rajoy y compañía utilizaron Barcelona como plató para lanzar la campaña de las europeas. O sea, que sus mensajes no se dirigían a la mayoría de los catalanes, sino al españolismo –especialmente al más cerrado y agresivo– de Catalunya y, sobre todo, de fuera de Catalunya. Segunda hipótesis: Rajoy no quiso instrumentalizar electoralmente la tensión entre Catalunya y España, sino que era sincero y hablaba para el conjunto de los catalanes. Ni que decir tiene que, de ser esta la hipótesis acertada, todavía sería peor.