No todos, pero sí unos cuantos en Convergència Democràtica estaban entusiasmados con la idea de concurrir a las elecciones europeas junto a ERC. Los motivos eran diversos. Uno de ellos, no el más importante pero en absoluto despreciable, era que, pensaban, con un poco de suerte las europeas supondrían decir adiós a Duran Lleida . Consideraban que, más allá del posible buen resultado y de propiciar una demostración de fuerza soberanista, la coalición con ERC para las europeas supondría que Unió se descolgara de CDC. Y una vez hubieran concurrido por separado en unos comicios, ya no habría marcha atrás. Cada uno debería seguir su propio camino.
Los que imaginaban tal escenario –la candidatura con Esquerra no se materializó porque en el último momento los republicanos se echaron atrás– partían de una convicción que, esta sí, es compartida, se admita o no, por todos en la dirección convergente: el proceso soberanista comportará, en un momento dado, la ruptura interna de CiU.
No es probable, sin embargo, que, como quisieran algunos de ellos, los convergentes echen a los democristianos de la federación. La mayoría preferiría algo parecido a un desacoplamiento; es decir, un movimiento similar al del módulo que se separa de la nave espacial para poder proseguir su viaje interplanetario. Desde esa perspectiva, las europeas ofrecían la ocasión perfecta.
Duran , como él mismo repite, se siente incómodo en la situación actual. No es independentista y defiende el derecho a decidir sin convicción. Muchos convergentes, y no digamos la gente de ERC, lo ven poco menos que como un saboteador. Como alguien dedicado a poner pegas y a meterles sistemáticamente el dedo en el ojo. En la dirección convergente, la irritación es notable y son un puñado los que consideran que, en estos momentos, Duran resta más de lo que suma.
Duran . No Unió. Antes, en los viejos tiempos, en CDC no se distinguía apenas entre el líder democristiano y su partido. Ahora todos lo hacen. «Una cosa es Duran , y otra, Unió». En los últimos años, en efecto, las cosas han cambiado mucho. Aunque Duran lo ordenara con voz de sargento, no parece que todo el partido le siguiera como un solo hombre. Probablemente una generosa porción de militantes desobedecería y continuaría apoyando a Artur Mas .
Otra posibilidad, por supuesto, es que Duran se apartara –« s’enretirés », como Jordi Pujol definió su relevo a favor de Mas ) en el momento decisivo. Eso facilitaría mucho las cosas y le evitaría protagonizar una desagradable ruptura con CDC. El congreso celebrado el sábado en la soleada Sitges puede verse, en este contexto, como el umbral de una nueva etapa en UDC y como el instante de calma que precede a la batalla.