Las próximas horas y los próximos días son importantes. Hay que tomar la decisión sobre qué hacer. O intentar votar como sea, o aplazar la consulta. Hay división entre los líderes y partidos soberanistas. Mi opinión es que las dificultades legales, organizativas y políticas son de tal magnitud que la consulta, de celebrarse, acarrearía el peligro de perjudicar a la causa catalana. Pero, si no puede llevarse a cabo una consulta en condiciones, ¿qué hacer? Por supuesto, denunciar ante Europa y el mundo la vergüenza democrática que supone que los catalanes no podamos votar. Que se nos impida ferozmente opinar ni siquiera de forma consultiva y no vinculante.
A continuación, Artur Mas puede convocar unas elecciones autonómicas o no hacerlo. La segunda opción es posible, pues al president nada le impide –al menos parlamentariamente hablando– seguir adelante. Si opta por llamar a las urnas, estas no parece que puedan ser unas elecciones cualquiera, sino que han de tener un marcado carácter plebiscitario en torno a la independencia.
En estos momentos, Oriol Junqueras aparentemente no lo tiene claro. ERC duda. Parte de la organización, no solo en Barcelona, sino en todo el territorio catalán, tiene alergia a ir de la mano de los convergentes. Máxime cuando las encuestas vaticinan una victoria de Esquerra. Mientras, los republicanos siguen empujando para que el Govern y los ayuntamientos avancen en dirección al 9-N como sea, sin atender a las dificultades existentes.
¿Qué hará Mas? Si pospone la consulta, se arriesga a que ERC diga –contra toda evidencia– que el president ha fallado, que se ha arrugado o que no deseaba poner las urnas con la fuerza necesaria. Sin embargo, creo que el president debe decidir sobre el 9-N sin atender a la presión de ERC. Al mismo tiempo, debe ofrecer a Junqueras aliarse para concurrir juntos a unas elecciones.
ERC podría no aceptar, rechazar la unidad. Por su parte, Mas podría, si quisiera, convocar igualmente las elecciones, a las que podría concurrir de la mano de una candidatura encabezada por él y acompañado de figuras relevantes de diferentes ámbitos de la sociedad y con sensibilidades políticas diversas. Una candidatura plural en torno a la idea del derecho a decidir y la independencia. Con Convergència en segundo plano. Se trataría de lo que algunos han llaman «el partido del president». Probablemente, una parte importante de Unió se apuntaría.
Recuérdese, salvando todas las distancias, el estilo de la campaña de Pasqual Maragall en 1999. Fue entonces cuando los socialistas –cuyas siglas apenas aparecieron, ya que el foco se puso enteramente en quien aspiraba a president– alcanzó los mejores resultados de su historia en unos comicios catalanes.