ranscurridos unos días y analizados con calma los resultados, los partidos han empezado a mirar hacia el futuro inmediato (el 27 de septiembre), mientras las negociaciones aquí y allá siguen su tortuoso camino. Pese a haber ganado por segunda vez en la historia las municipales, CiU ha perdido más de 100.000 votos y evidencia grandes dificultades por conectar con los ciudadanos de la conurbación de Barcelona, algo fundamental para el soberanismo.
La federación de Artur Mas se encuentra en un momento trascendental. Creo que son capaces de analizar con bastante realismo lo que ocurre, e incluso que saben lo que deberían hacer. El problema es otro: ¿tendrán valor para hacer lo que tienen que hacer? En este contexto, la decisión de Unió sobre el llamado proceso es un problema, pero no lo más determinante.
Veamos el caso de Xavier Trias . El alcalde ha perdido las elecciones no porque lo haya hecho mal o porque Barcelona haya empeorado. No. A Trias se lo han llevado por delante fuerzas alejadas de su control: el colosal malestar causado por la crisis y la idea de que todos los que mandan son corruptos y mala gente. Estar, él y su equipo, limpios no ha puesto a Trias a salvo. El clima de indignación y los casos que afectan a CiU, en especial el caso Pujol , le han hecho mucho daño. Debo admitir que al principio creí que tendría un efecto limitado, pero me equivoqué: el caso Pujol está socavando de forma sostenida e inmisericorde los cimientos de CiU.
Sobre ambos caballos, el malestar por la crisis y la injusta idea de que todos los que gobiernan son indeseables – «mafia», «ladrones», etc.– ha cabalgado, derrochando populismo y destilando rencor, Ada Colau y la izquierda radical (en absoluto nueva). Atraídos por el triunfo de Barcelona en Comú, el PSC se dispone a echarse en sus brazos. Sorprende que algunos se olviden tan rápido de quién son y se presten a travestirse, incapaces de autoafirmarse como socialdemócratas, partido de gobierno y artífices clave de lo que hoy son Barcelona y Catalunya.
Mas convocará elecciones para el 27-S. Y solo tiene un camino –el éxito de Colau parece alejar a ERC un poco más de CiU–, que es formar una candidatura tan amplia y plural como sea posible, incorporando a personalidades destacadas de la sociedad catalana. CDC (y ¿UDC?) deberán prácticamente desaparecer.
Mas debe plantear las elecciones como un doble plebiscito, que en buena parte es único: independencia sí o no , y Mas sí o no . Si saca un buen resultado se quedará y seguirá empujando el carro. Si el resultado es malo se irá, y nadie podrá reprochárselo. Lo que pueda suceder después de esto último se me hace ahora difícil de imaginar.