Los resultados del 20-D constituyen, vistos desde Catalunya, una pequeña y retorcida venganza del destino, o de los dioses menores. El ‘president’ Mas, Junts pel Sí y el penoso circo organizado por la CUP eran motivo de mofa y escarnio en la capital del Reino. Catalunya, ingobernable. Un lío. Otra vez el barullo. El 20 por la noche, al tener ante nosotros el dibujo imposible del nuevo Congreso, comprendíamos que la ingobernabilidad, el lío y el barullo, como un virus, se habían apoderado también, y de qué manera, del cuerpo político español.
Lo sucedido el 20-D no es difícil de resumir. Los españoles, hartos, han puesto de rodillas a los dos partidos del ‘establishment’ por sus fechorías, sus pecados, sus arrugas y cicatrices. Se desploma el PP de ese señor cada día más parecido al jubilado ausente y socarrón que va a ser; se desploma el PSOE de un tipo bien plantado, correcto e incapaz de dar la impresión -por lo menos la impresión- de tener alguna idea propia. La derecha de toda la vida y la izquierda de ídem empequeñecen alarmantemente a pesar de que el sistema fue expresamente montado a su favor, pues lo diseñó la obsesión por la estabilidad, es decir, el pánico a lo imprevisto. La vía pasaba por propiciar la alternancia a dos.
El pasado día 20 el tinglado donde muchas cosas buenas y muchas monstruosas se han gestado no llegó a saltar por los aires, pero quedó muy tocado. El trompazo de Rajoy, aun venciendo, impresionante: perdió 63 escaños. El del PSOE menor, 20, pero quedando sumergido en los 90 diputados. Ciudadanos, la derecha platino, fracasaba pese al apoyo de un puñado de bigotes poderosos. No alcanzaba a hacer sombra al PP. En cambio, Podemos, con 69 representantes, sí es una inquietante amenaza para el PSOE.
Además, mientras en el PP van a seguir con Rajoy al mando si el presidente en funciones logra, como sea, retener el sillón, en el PSOE el sultanato andaluz -el PSOE tiene mucho de Partido Nacionalista Andaluz-, preso de los nervios, ha lanzado ya su caballería contra Sánchez. Por lo que parece, Susana Díaz no quiere esperar a ver cómo acaba el culebrón nacido de las urnas, así que ha decidido descabalgar a su correligionario lo antes posible. Prevenir es curar: no vaya a ser que una carambola lleve a Pedro Sánchez a La Moncloa.
Por todo ello, del bipartidismo la parte en riesgo es el PSOE. Podemos, a poco que mantenga el ánimo y la sangre fría, podrá contemplar desde la platea el espectáculo poco edificante en marcha, y que va a dañar a PP, Ciudadanos y PSOE, especialmente al PSOE. Pablo Iglesias deberá seguir trabajando duro a la vez que espera al derrumbe socialista para substituirlo como referente de la izquierda en las próximas elecciones. Sean dentro de unos pocos meses, bien sea dentro de unos años.