Carles Puigdemont sorprendió a todo el mundo, empezando por el vicepresidente Junqueras, al responder al veto de la CUP a los presupuestos anunciando que en setiembre va a someterse a una cuestión de confianza. Puigdemont hizo honor al retrato íntimo -un hombre de firmes convicciones, que va de cara, valiente- que hace del ‘president’ el periodista Josep M. Flores en un interesante libro publicado recientemente.
Lo más importante del movimiento del ‘president’, amén de permitirle retomar la iniciativa, es que ha devuelto una cierta autoestima al mundo convergente, anímicamente desfondado por las continuas negociaciones, componendas y renuncias en nombre de la transversalidad independentista. No obstante, tras el verano Puigdemont se la jugará a cara o cruz. Puede que la CUP o una parte le acabe avalando. O puede que no. Como hemos visto, nada está asegurado cuando anda la CUP de por medio.
Si la jugada de Puigdemont sale bien, su figura quedará reforzada y tomará empuje. Al fin y al cabo, vendría a ser como su investidura ‘de verdad’. Con un programa/hoja de ruta que él y Junts pel Sí habrán podido corregir y completar. Si quiere hacer cambios en la composición de su ejecutivo, el momento idóneo llegaría justamente tras superar la cuestión de confianza. Si no la supera, el ‘president’, como indica el artículo 67 del Estatut, quedará cesado.
Al margen de ello, últimamente se ha introducido en el siempre burbujeante debate catalán la idea de un referéndum unilateral de independencia (RUI). No es que me parezca mala idea, es que me parece pésima. Dadas las presentes circunstancias y con el actual apoyo ciudadano a la independencia no puede salir bien. Por si fuera poco, entraña amplísimas posibilidades de hacer el ridículo, algo que -en esto coincido al cien por cien con lo que decía Tarradellas- en política siempre hay que evitar.
Queda una eternidad para el mes de setiembre. Antes, tendremos sobre la mesa los resultados del 26-J, que van a redibujar, en mayor o menor medida, el panorama español y catalán, y también se habrá producido la transformación de CDC en un nuevo artefacto político. Según cuál sea el resultado del próximo 26, ERC podría llegar a la conclusión de que le conviene unos nuevos comicios en Catalunya. Antes de que la nueva CDC pueda ponerse realmente en pie y antes también que el conglomerado podemista-colauista acumule más fuerza aún.
Si hay otras nuevas elecciones en Catalunya, bien porque Puigdemont pierde la cuestión de confianza, bien por lo que sea, estoy convencido de una cosa: Puigdemont será el candidato de su partido a la presidencia de Catalunya. Al margen de lo que pueda ocurrir con la refundación de Convergència y de la relación de fuerzas que en ella finalmente se establezca.