Sigue cocinándose el engrudo político que ha de servir para franquear la investidura de Mariano Rajoy. Sin duda la disciplina y el instinto de supervivencia van a doblegar a muchos de los hoy reticentes. Lo mejor –perdón: lo menos terrible– para el PSOE sería que se abstuvieran solamente un puñado de sus diputados –con 11 basta- y el resto pudieran votar ‘no’. Parece, sin embargo, que Susana Díaz exige obediencia legionaria. Quiere sentir el embriagante poder de la fuerza bruta.
Desde el último intento frustrado de investidura, se ha producido una cascada de sucesos que hacen más sangrante aún la inmolación del PSOE. Repasemos de memoria: el ‘caso Soria’, Rita Barberá durmiendo a lo marmota en su sillón senatorial, juicios de los casos ‘Gürtel’ y de las tarjetas ‘black’ –con las correspondientes y escarnecientes revelaciones de Correa-, el PowerPoint con que el PP instruía a los suyos sobre cómo saltarse la ley y pillar más dinero, el intento popular de anular el juicio de la trama Gürtel, la recolocación en el Europarlamento de Ana Mato, etcétera.
Resulta evidente la nula intención por parte de Rajoy de confesión, arrepentimiento o enmienda. Que el PP no va a cambiar quedó luminosamente claro cuando, tras haber firmado con Ciudadanos un acuerdo publicitado como anticorrupción, reveló –apenas unos minutos tras perder la votación de investidura– que mandaba a Soria, relacionado con los llamados ‘papeles de Panamá’, al Banco Mundial con sueldo de lujo.
OPERACIÓN PORNOGRÁFICA
Tal vez la corrupción no castigue electoralmente al PP (inauditamente, tristemente, a sus votantes el asunto parece no quitarles el sueño), lo que no impide que la operación a favor de Rajoy resulte cada vez más pornográfica a ojos del resto de la humanidad. ¿Para eso se ha abierto el PSOE las tripas?, ¿para eso el siniestro golpe de estado –con los antes llamados poderes fácticos coreografiando la función– contra Pedro Sánchez? Otrosí: ¿qué queda y qué quedará de la supuesta radicalidad democrática de Rivera, de sus cacareadas y juveniles ansias por regenerar España? ¿Y los demás? Porque en este estropicio todos han avariciado su parte, mayor o menor, de culpa.
Si hablamos en términos históricos y del interés general, está claro que ni lo ocurrido desde diciembre hasta aquí ni lo que queda por ocurrir va a salir gratis. No le va a salir gratis principalmente a España, que, además, lleva un año prácticamente ausente de la escena internacional y con el prestigio desconchado.
¿No supone una vergüenza colosal violentar tantas voluntades y menospreciar el sentido de la decencia para rescatar a un partido embarrado en la corrupción? ¿Cómo puede alguien pretender que se confíe en los políticos y las instituciones españoles?
Vivimos sin duda un momento negro, de los más negros de la corta historia de la democracia en España. Este episodio, nadie lo dude, va a presentar graves e inmediatas secuelas, pero también ensombrecerá el futuro. Este destrozo, este hundimiento moral, no presagia nada bueno. Ningún efecto o consecuencia positiva.