Pascal contra todos los Millet

Después de demasiados años y embarulladas investigaciones, finalmente llegó el gran día para el juicio del llamado caso Palau. Un caso cuyas dimensiones solo se explican por la dejadez institucional a la hora de fiscalizar la gestión de Millet y Montull. Ambos se llenaron los bolsillos con un descaro que sorprende hasta la estupefacción. Pero no estamos solamente ante un caso protagonizado por dos pillos estratosféricos. En el juicio también se ventila la supuesta financiación irregular de Convergència Democràtica, que habría utilizado el Palau de la Música para vehicular comisiones fruto de la adjudicación de obra pública.

Con el paso del tiempo, el que en principio era solo el caso Palau ha pasado a formar parte de algo genéricamente llamado caso 3%, paraguas semántico que abarca prácticamente cualquier asunto, y son un buen puñado, relacionado con la financiación irregular de CDC.

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A Convergència los escándalos de corrupción que –a veces con mucho fundamento, a veces con poco– se le atribuyen le han hecho mucho daño. Mi impresión, sin embargo, es que nada podrá igualar la devastación producida por el caso Pujol. Es así por diversos motivos. Entre ellos, uno de gran trascendencia: para muchos catalanes, tanto si le votaban como si no, el president Pujol era un ejemplo y un referente moral. Un auténtico padre de la patria a quien todos respetaban, también sus adversarios.

CONVERGÈNCIA YA ES HISTORIA

La razón última, determinante, que llevó a Artur Mas y al resto de la cúpula de la antigua Convergència a la inhumación de CDC fue, precisamente, la fuerza de la ola que se levanta con la confesión realizada por Jordi Pujol el 25 de julio del 2014. El asunto ha causado un daño profundo y doloroso a Convergència y a sus militantes y votantes. El caso Pujol, junto con el resto de escándalos, ha actuado en CDC como las olas lo hacen sobre las rocas costeras, socavándolas sin descanso hasta que se quiebran y se precipitan definitivamente al mar.

Convergència Democràtica, fundada en 1974, ya es historia. El PDECat, y especialmente su joven coordinadora general, Marta Pascal, lo tiene muy claro, y no duda en subrayar las diferencias, en insistir en la distinción. Así, mientras asume lo mejor de Convergència –Pascal no está dispuesta a pedir perdón por haber sido convergente– lucha con uñas y dientes para que los escándalos no contaminen a la formación que dirige. Pascal es contundente: «Me da asco la corrupción», recalcaba el lunes. Además, defendió la honestidad y transparencia del PDECat, amén de su compromiso de impedir cualquier tentación y apartar a quienes la puedan tener.

¿Pueden dañar el caso Palau y otros escándalos, reales o inventados, al independentismo en su conjunto? Mi sensación es que poco, a pesar de que en el Gobierno de Mariano Rajoy y en las cloacas del Estado se ha tenido –supongo que se sigue teniendo– mucha confianza en este tipo de munición. Los independentistas no van a dejar de serlo, creo, por lo que digan Millet y Montull, ni por lo que les pueda ocurrir a antiguos responsables de CDC.

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