Que las ponencias que alumbran los partidos a través de sus procesos congresuales sean ambiguas es común. Cuando algo es el fruto de la negociación y el pacto entre muchos, el precio a pagar es casi siempre la desaparición de las aristas y otros elementos controvertidos, así como la abundancia de las buenas intenciones y el abuso de un lenguaje genérico. Pese a ello, no hay que menospreciar este tipo de textos. Su música, a veces más que su letra, da pistas y, además, son la base a partir de la que se construyen programas y planes de actuación.
Lo anterior es cierto en circunstancias normales, pero no está nada claro en el caso del PDECat, cuyo futuro quedó en el aire tras el congreso del pasado julio. Hoy desconocemos si el trabajo hecho, los documentos alumbrados, van a servir para algo o si quedarán en absolutamente nada.
Como se sabe, en el congreso de julio se produjo el asalto de Carles Puigdemont a su partido. Puede sonar paradójico, incluso extraño, pero así fue. La consecuencia más visible fue la salida de la hasta entonces número uno del PDECat, Marta Pascal, que se había atrevido a discrepar, en diversas ocasiones, del president. Puigdemont contó en su operación con la fuerza indiscutida de su liderazgo y la complicidad de actores y grupos heterogéneos.
En el corto lapso de poco más de un par de años los antiguos convergentes afrontan, pues, su segunda mutación, tras pasar, en julio deL 2016, de Convergència Democràtica a PDECat. Hoy se sabe que el PDECat va a dejar de ser lo que era, pero se no está claro en qué va a convertirse finalmente. Lo único seguro es que se va a parecer muy poco -por desgracia, consideran algunos- con la CDC de Jordi Pujol o la de Artur Mas.
No son pocos las personalidades y sectores que discrepan del plan de Puigdemont y sus fieles, que consiste en convertir al PDECat en un instrumento al servicio incondicional de la Crida Nacional por la República (o el nombre que se acabe eligiendo), la plataforma política que ha puesto en marcha el puigdemontismo.
A los que quieren mantener la personalidad y autonomía del PDECat -como deseaba Pascal- les preocupa asimismo que la única cosa que aparentemente mueve al ‘expresident’ sea la independencia, prescindiendo del todo de cualquier definición o marca de naturaleza ideológica. Todavía más: temen que el siguiente paso sea lanzarse abiertamente al combate con ERC por la hegemonía, lo que ‘de facto’ y necesariamente escorará a la formación del ‘president’, y con ella al PDECat, a la izquierda.
Existe un último elemento de incertidumbre, que es la estrategia de Puigdemont, consistente en insistir en la ofensiva contra el Estado español obviando la severa, aunque ciertamente no definitiva, derrota sufrida por el independentismo en octubre del 2017. Contrariamente, una parte del PDECat sintoniza mucho más con la estrategia de corte pragmático adoptada por ERC. Esto es, sin cambiar los objetivos, rediseñar la estrategia y los tempos a la luz de la experiencia de lo sucedido.