La derecha salvaje marcó un gol sin bajar del autobús, solo convocando. Pedro Sánchez decidió romper –veremos si se puede remendar- el diálogo con los independentistas. Luego, resultó que la manifestación en la madrileña plaza de Colón, que tanto inquietó al presidente español, se saldó con un fiasco notable. En estas horas difíciles se requiere ideas claras, convicción, coraje y talento. Dudo –y ojalá me equivoque- de que las personas que hoy en Madrid y Barcelona manejan la situación sean capaces de tanto. Pero no es mi pretensión meter el dedo en la llaga en las –abundantes- flaquezas y equivocaciones de socialistas e independentistas.
Considero, en cambio, que vale la pena plantearse por qué súbitamente e improvisando, PP y Ciudadanos, con el añadido de Vox y toda calaña fascista, deciden incendiar la calle. El prólogo, se recordará, fue la indecente sarta de insultos escupida por Pablo Casado contra Sánchez (“traidor”, “felón”, “incapaz”, “ilegítimo”, “chovinista del poder”, etcétera).
Examinemos los motivos alegados para arrojar a la gente contra el gobierno: a) la figura del relator. Es una excusa ridícula, además, José María Aznar utilizó intermediarios para negociar con ETA y, Mariano Rajoy, para comunicarse con Artur Mas y Carles Puigdemont; b) el diálogo con Catalunya: el gobierno español habla, es su deber, con todas las autonomías, la comisión bilateral Generalitat-Estado está en el Estatut (artículo 183) y los partidos negocian constantemente entre ellos; c) cesiones de Sánchez a los independentistas: ninguna (ni siquiera ha ordenado a la fiscalía rebajar sus acusaciones contra los líderes independentistas); d) se atenta contra la Constitución. Mentira.
Por otra parte, solo hay que leer los artículos de Aznar –el padrino de la tríada- en ‘La Nueva Rioja’ para constatar su escasísima convicción constitucional, y e) la unidad del Estado se encuentra amenazada. Falso también. Sánchez ha repetido mil veces que no va a acceder a un referéndum de autodeterminación.
¿Lo hacen, pues, por amor a España? Tanto PP como Ciudadanos se han deslizado sin rubor alguno hacia la extrema derecha y se dedican a dinamitar no solo los puentes con Catalunya -a la vez que exigen al Supremo un escarmiento, una venganza, un linchamiento-, sino también con todo el que se halle a su izquierda, que son muchos, empezando por el PSOE. No parece que promover la fractura social y el enfrentamiento guerracivilista tenga nada que ver con el amor al país.
Mi conclusión es que esto va de otra cosa: va de poder, aunque no solo. Se saben hegemónicos en la alta judicatura, buena parte del alto funcionariado, las cúpulas policiales y militares, los grandes medios de comunicación y el mundo del dinero. Y siguen creyéndose con más derecho que nadie a mandar en España. En realidad, en la derecha están convencidos que la suya es la ‘verdadera’ España. ¿Su meta? Transmutar, haciendo lo que sea menester, la España real en la España producto de sus delirios. De esto va la “reconquista” de la campaña de Vox en Andalucía. De esto va también “la batalla final” contra el soberanismo anunciada por Aznar.