Los espejismos no son infrecuentes, pero eso no los hace menos peligrosos. Pueden llegar a desorientar hasta el punto de conducir rápida e inadvertidamente a un destino fúnebre. Como es sabido, los espejismos, esas trampas perceptivas, se originan al atravesar la luz del sol capas de aire de distinta densidad. Pueden hacer que las cosas -un frondoso oasis, por ejemplo- parezcan cercanas cuando se hallan alejadísimas, e invierten las imágenes, de forma que lo que está del derecho parezca del revés.
El espejismo, entiéndase como metáfora, es hoy el peor enemigo al que se enfrenta el mundo posconvergente. La victoria extraordinaria de Carles Puigdemont en las europeas no debiera confundir a Junts per Catalunya y menos aún al PDECat sobre la naturaleza de lo que ocurre -de lo que en gran medida ya ha ocurrido- en Catalunya.
Que Carles Puigdemont superara a Oriol Junqueras no puede servir de excusa para seguir sin reconocer el movimiento de fondo, lo que en realidad sucede. Y lo que sucede es que, más lentamente de lo que ERC quisiera, pero de forma clara y sostenida, los republicanos están sustituyendo a los posconvergentes en las mentes y los corazones de muchos catalanes. La consecuencia no es otra que la progresiva erosión del poder institucional en manos de los segundos.
Algunas muestras de este movimiento de fondo las constituyen la victoria de ERC en las europeas de 2014, en la reciente convocatoria del 28 de abril y ahora en las municipales. Ha ganado también en Barcelona -donde Junts per Catalunya se ha desplomado-, y no solo en Barcelona. El triunfo en Lleida es muy relevante, así como el empate en concejales con el PSC en Tarragona. O la penetración de Esquerra en el cinturón de Barcelona.
La realidad es que el independentismo prefiere a ERC, con su estrategia más pragmática, para administrar las instituciones, para gobernar. Por su parte, el mundo posconvergente no ha sido capaz de hilvanar un análisis claro ni de esbozar una estratégica que merezca tal nombre, con lo que sus mensajes resultan disonantes y contradictorios.
¿Cómo se explica, pues, el apoyo masivo a Puigdemont en las elecciones europeas? A mi entender, se trata de un voto de protesta y de solidaridad con la persona -comprensible dada la muy difícil situación en que se encuentra el expresidente-, pero que encierra también una dimensión práctica: reforzar a Puigdemont acarreará sin duda nuevos quebraderos de cabeza al Estado en el ámbito europeo e internacional.
ERC está consiguiendo su objetivo de convertirse en la nueva CiU, eso sí, desde el centro-izquierda. Lo natural sería que el mundo posconvergente reaccionara, conjurara el autoengaño y acabara por definir un plan propio y acorde con la actual relación de fuerzas entre el independentismo y los aparatos del Estado. Es urgente ofrecer una estrategia realista y a medio plazo para Catalunya, algo que, sin embargo, no ha de ser incompatible, todo lo contrario, con el rol de denuncia constante del ‘president’ Puigdemont y el resto de dirigentes independentistas en el extranjero. ¿Serán capaces?