En el congreso de verano de 2018 estuvo a punto de competir por la sucesión de Mariano Rajoy al frente del PP. Al final no lo hizo. Del embate, que protagonizaron sobre todo las archienemigas Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, acabó saliendo vencedor el tercero en discordia: Pablo Casado. Alberto Núñez Feijóo escogió permanecer en Galicia, observando desde la distancia. Había preparado un discurso anunciando su candidatura a liderar el PP y otro renunciando. Acabó leyendo el segundo, el que decía que lo prioritario era Galicia y su familia.
Esta vez todo ha sido distinto. No hay opción. No puede elegir discurso. Tras el duelo a muerte entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, Feijóo no tenía margen de maniobra. El partido quedó roto y desangrándose. Debía coger el timón sí o sí. Cualquier otra cosa supondría una catástrofe para el partido.
Todo el mundo en el PP está de acuerdo -ha reunido 55.000 avales- en que Feijóo es la solución para sacar del atolladero al partido fundado por el también gallego Manuel Fraga. Así es que a partir de este mes de abril el presidente de Galicia deberá empezar a reconstruir y, junto a eso, levantar una alternativa sólida al PSOE de Pedro Sánchez.
Cuando Casado fue elegido presidente en el congreso de 2018 tenía 37 años. Feijóo cumplirá en septiembre 61. Su larga trayectoria, en el partido, en las instituciones, le avalan y es lo que más aprecian los dirigentes, pero también los militantes, del PP. En estos momentos, el partido no está para dejarlo de nuevo en manos de jovenzuelos ni está para experimentos. No se puede fallar otra vez. Y lo más alejado de un experimento tiene nombre y apellidos: Alberto Núñez Feijóo.
Los dos partidos sistémicos, de Estado, el PSOE y el PP, han sufrido las consecuencias de la fragmentación política, tan común en nuestros días. El bipartidismo imperfecto es mucho más imperfecto de lo que solía. El PSOE gobierna con Unidas Podemos y con el oxígeno parlamentario de otros grupos. El PP, el día que conquiste el poder, tampoco lo hará en solitario. Necesitará a Vox (o un pacto con los socialistas, hoy impensable).
Como con Casado, Vox -que da la impresión que cada día engorda un poco más- va a continuar siendo determinante para el futuro del partido conservador, para el futuro del PP de Feijóo.
Resumiendo muchísimo, los populares gozarán de mejor salud y serán más fuertes si consiguen frenar u obligar a retroceder a los de Santiago Abascal. Casado lo intentó y fracasó por sus bandazos, sus continuos vaivenes, ora alejándose, ora acercándose a la ultraderecha. Vox le fue comiendo terreno porque no tenía una estrategia clara, lo que, al final, viene a ser lo mismo que carecer de estrategia alguna.
Ayuso, la presidenta de Madrid, pudo acabar con Casado, en un dramático magnicidio exprés, porque ella gana elecciones. Da igual sus meteduras de pata, su populismo chulapo, su inconsistencia intelectual. En las elecciones de la Comunidad de Madrid del pasado 4 de mayo arrasó. El PP saltó de los 30 a los 65 diputados. El PSOE perdió 13 puestos y Vox, 1. Los 26 asientos de Ciudadanos se evaporaron sin dejar rastro. Ayuso, que encarna al PP más próximo a Vox, gobierna en solitario en Madrid.
Feijóo también gana elecciones. La última vez en 2020. En Galicia también gobierna el PP en solitario (en este caso con mayoría absoluta). Más allá del claro favor de sus paisanos, pocas cosas más tiene en común con Ayuso. Feijóo representa en el PP todo lo contrario que ella. Encarna la sobriedad y la moderación, también en las formas. La peor mancha en su historial es su antigua amistad con el narco Marcial Dorado, inmortalizada en unas fotos de ambos pasándoselo bien en el yate de este último.
En política hay dos talentos que lo son prácticamente todo: saber administrar los tiempos y saber administrar las distancias. Veremos si Feijóo sabe ponerlos al servicio del PP para exorcizar la maldición de Vox. De momento, ha optado por dejar en manos de su correligionario Alfonso Fernández Mañueco la desagradable decisión de gobernar con Vox en Castilla y León. Veremos si Feijóo quiere y puede reducir el pacto castellano a excepción o bien, contrariamente, lo ocurrido indica la senda que el PP va a seguir a partir de ahora.