Las imágenes de la toma de posesión de Donald Trump en el Capitolio son pornográficas. Lo son en el sentido de obscenas. Y en el de impudorosas, descaradas e insolentes. Nunca antes el poder político se había atrevido, como el pasado 20 de enero, a mostrar de tal modo su alianza, su connivencia y su coleguismo con los más ricos. Hasta ahora, los políticos habían huido de imágenes como las del otro día, pues querían seguir apareciendo como representantes y servidores de todos los ciudadanos. Siempre ha habido relación entre los poderes, en este caso entre el político y el económico, pero nunca se había mostrado con tanta desfachatez a los ojos de todos. Ver a los hombres más ricos del planeta -Musk, Zuckerberg, Bezos, etcétera…- aplaudiendo en primera fila mientras Donald Trump se coronaba como presidente de los Estados Unidos es la revelación de una verdad brutal y aterradora.
Añade no poca gravedad al asunto el que los tecno-multimillonarios no sean unos ricos, o mega ricos, cualquiera. Ellos, los que agasajaban y eran agasajados por Trump son los amos de las redes sociales más importantes -Twitter (o X), Instagram, Facebook… Los oligarcas tecnológicos mandan e imponen sus reglas en el ágora contemporánea, con el poder para dirigir, condicionar y manipular el debate público, que se halla en el corazón de la democracia. Si la conversación se corrompe, la democracia se corrompe y su auténtica naturaleza se ve adulterada.
La asociación entre Trump y los tecno-multimillonarios es real, es un hecho. Ya está aquí. Son muchos los que nos han advertido del peligro que corremos. Lo hizo Joe Biden en su alocución de despedida: “La prensa libre se está desmoronando (…), las redes sociales están renunciando a la verificación de los hechos, la verdad está siendo ahogada por mentiras que se dicen para obtener poder y ganancias. Debemos exigir a las plataformas sociales que rindan cuentas para proteger a nuestros niños, a nuestras familias y a nuestra democracia del abuso de poder”. Dos días después de la investidura de Trump, Pedro Sánchez, en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, llamaba a regular las redes sociales y alertaba sobre las intenciones de Musk y sus colegas: “Ya no están satisfechos con tener el poder económico casi en su totalidad, sino que también quieren el poder político”. “Quieren acabar con la democracia”, concluyó.
Nadie podrá alegar que desconocía la amenaza a la que estamos expuestos.