Baten nuestras sociedades democráticas tenaces vientos de división, y surgen aquí y allí líderes populistas, muchos de extrema derecha, pero también de extrema izquierda. El ambiente se endurece y las gentes se dividen. El diálogo, el debate democrático entre opuestos, deviene entonces no solamente estéril sino también imposible, pues los unos se niegan a escuchar a los otros. Es una batalla en que todo vale: ofender, insultar y mentir a sabiendas. Se desdibujan los límites, y lo que cuenta es apiñar a los tuyos, encorajinarlos, entonar juntos ásperos cantos belicosos. La guerra es, decía el viejo Clausewitz, la continuación de … Continuar llegint