HA DECLARADO Joan Herrera, haciéndose eco de varias advertencias lanzadas por el presidente Montilla, que la sentencia del TC -que se está recociendo, puede que definitivamente- va a acercar España a Bélgica. Y la verdad es que yo le he entendido perfectamente. No obstante, parece que el españolismo recalcitrante no es capaz de comprender cosas tan sencillas, o no le da la gana hacerlo. O a lo mejor a algunos ya les va bien que Cataluña se dirija hacia la independencia, pues tal vez su sueño más lúbrico sea que el ejército vuelva a entrar por la Diagonal en Barcelona o incluso bombardearla nuevamente, ejercicio que, según decía alguien, es conveniente repetir cada cincuenta años. No seamos tan suspicaces y limitémonos a los primeros supuestos: el españolismo más recalcitrante no comprende en toda su dimensión lo que está sucediendo con y en Cataluña. Por eso aplaudió los recursos contra el Estatuto. Por eso jalea al Constitucional para que destripe el texto catalán. Ojo: no sólo catalán -Parlamento y referéndum-, sino también español, pues las Cortes, que representan a todos los ciudadanos del Estado, lo aprobaron solemnemente.
La liquidación de este Estatuto, por cierto vigente durante cuatro años sin que España se haya resentido, supone hundir la vía autonomista -incluida por supuesto la versión federalista-, mayoritaria en Cataluña. Dicho de otro modo: la sentencia va a quitar razones a los autonomistas para entregárselas al soberanismo y al independentismo, que rebasan ya de mucho el perímetro de ERC. El nulo sentido de Estado del peor españolismo y ese instinto que, por ejemplo, le lleva a desear que la economía se vaya al carajo con tal de que se lleve a Zapatero por delante, han logrado que España, a través de su Tribunal Constitucional, esté a punto de dar un doloroso portazo en las narices de los catalanes. Si nos echan, se dirán entonces muchos -muchos más que el medio millón que ha apoyado la independencia en las consultas populares-, ¿qué sentido tiene reprimir los sueños de un mejor futuro en otra parte? El nacionalismo español recalcitrante es muy extraño. Peligrosamente extraño. Por ser absolutamente incapaz de sujetar sus bajas pasiones, por su irresponsabilidad y su increíble ceguera estratégica. ¿Cómo se puede ser tan torpe? ¿Cómo pueden estar haciendo tanto daño a España, a esa misma España que proclaman amar?