Meter miedo no va a funcionar


No creo que vaya a funcionar, la verdad. No creo que funcione la táctica de utilizar la independencia y el soberanismo para meter miedo y evitar el hundimiento electoral anunciado para el 28 de noviembre. Al PSC el miedo al PP le ha funcionado siempre. Ahora se trata de trasladar el esquema a las autonómicas. Si Celestino Corbacho aludía a lo traumático (también habló de «confrontación» y «retroceso social») que puede ser un proceso independentista y Carme Chacón tachaba de antiestatutaria la propuesta fiscal de Artur Mas, José Montilla enfatizaba, cuando reveló la fecha de las elecciones, la importancia del 28-N para el bienestar de las generaciones futuras, para advertir ayer en Madrid contra «los partidarios del ruido y de la furia».


Coherente con dicha táctica, el presidente catalán acudió el martes a los actos conmemorativos del Día de la Hispanidad, tras dos años de ausencia. Atribuyo su presencia a la campaña electoral catalana porque, de otro modo, resulta incomprensible que se ausentara cuando el Estatut se encontraba aún en el Constitucional y, en cambio, no lo hiciera el martes, una vez materializado el cruel apuñalamiento del texto.


Montilla inició su singladura como president a lomos de un caballo salvaje llamado debate estatutario, el mismo animal que tanto contribuyó al mal desenlace del primer tripartito. Se montó en él dispuesto a hacer lo que había que hacer. Exhibió coraje. Sin embargo, una vez perpetrado el crimen contra el Estatut, fue regresando a la mentalidad partidista. Tras la manifestación del 10 de julio en Barcelona, el cambio se hizo evidente y el president volvió a ser aquel político que, en el 2005, recién aprobado el Estatut por el Parlament, anunció una larga batería de enmiendas contra el texto.


Por convicción o por conveniencia, Montilla fue míster Hyde, luego el doctor Jekyll y ahora de nuevo míster Hyde. Pero no es mi intención reclamarle coherencia o mayor patriotismo. Mi objeción es técnica, pues pienso, como decía al empezar, que meter miedo no va a dar buen resultado. La razón es simple: la manta siempre resulta corta. Al azuzar los temores del ciudadano, Montilla inhibe al electorado catalanista que pudiera mirarle con simpatía. Y está por ver que sume los votos suficientes para compensar tal coste, más aún tras una legislatura en clave catalanista y de la mano -todavía gobiernan juntos- de los demonizados independentistas. Independentistas («separatistas», los llamó ayer en Madrid) que continúan siendo, contradictoriamente, la única esperanza del PSC para seguir en la Generalitat. Creer que colocar a Montserrat Tura arriba en la lista o, por ejemplo, exhibir a Felipe González va a servir de algo no hace más que dejar clara la desorientación que reina en la sala de máquinas socialista.

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