Los cambios en el Gobierno realizados por Zapatero reflejan, me parece que con bastante fidelidad, lo que el presidente cree tener por delante y, a la vez, lo que cree haber dejado ya atrás. Tiene por delante un intento de remontada, intento que debe verse favorecido por la mejora de la economía y por la inteligencia y temple de su ahora escudero, el Fouché por excelencia de la política española: Alfredo Pérez Rubalcaba. Las cosas se han puesto feas y, como ahora la partida va realmente en serio, solo cabe arrumbar frivolidades, ornamentos y guiños para trabajar con auténtica concentración y sin cometer errores. Por tanto, ha reforzado el ala sénior del Gobierno con tipos de larga trayectoria y solidez contrastada. Además, ha untado con yodo las heridas de sindicatos y la izquierda sociológica: un sindicalista, Valeriano Gómez, y la antigua dirigente de Izquierda Unida Rosa Aguilar. Como hay que ir a por todas, ha acabado de meter el partido en el Gobierno, lo que supone ver a Leire Pajín convertida en ministra. Ser escrupuloso con la paridad hombre/mujer esta vez se le ha antojado a Zapatero menos fundamental, lo mismo que, entre otras cosas, mantener el Ministerio de Igualdad. Lo que Zapatero deja atrás Pero ¿qué es lo que Zapatero cree haber dejado atrás?, ¿qué es lo que piensa mirar a partir de ahora por el retrovisor? Pues, entre otras cosas, al tripartito, a Montilla, al PSC y, en general, al mal llamado problema catalán. Zapatero ha reducido los ministros del PSC de dos a uno (esto es, Carme Chacón). El bueno de Iceta, profesional donde los haya, salió raudo al quite para argumentar que lo que importa no es el número, sino la calidad. Tenemos solo un ministro, concedió, pero se trata de una presencia muy cualificada. Bien, aceptemos los términos propuestos por Iceta y supongamos que, en efecto, Chacón es una ministra importante. Incluso tan importante que el número de carteras pueda pasar a un segundo plano. Llegados hasta aquí, cabe preguntarse, sin embargo, hasta qué punto, en qué grado, Chacón puede ser considerada correa de transmisión del PSC. Porque bien pudiera suceder (incluso es muy probable) que ella imagine su futuro en el PSOE y en la política española. De ser esto cierto, la teoría de la presencia cualificada quedaría severamente comprometida, pues Chacón no se hallaría a la vera de Zapatero como embajadora del PSC, sino que estaría actuando por su cuenta y riesgo, lo que en realidad significa mucho más al servicio del PSOE que de un PSC al que no son pocos los que auguran la bancarrota política. Quizá el PSC, amén de evitar preguntarle a Chacón de quién es ella, haría bien en empezar a considerarla no su delegada en el Ejecutivo español, sino, simplemente, una interlocutora gubernamental amigable.