Promete ser apasionante el debate en el PSC. La reflexión, necesaria desde hace mucho, se ha visto precipitada por la debacle electoral. El socialismo catalán se halla ante el espejo y se dispone a hacerse algunas preguntas incómodas. Sin embargo, tengo para mí que, si el PSC intenta abordar sus problemas como un todo, se equivocará. Más bien les aconsejaría actuar como se hace con el juego de los palillos chinos, el mikado, es decir, cogiéndolos uno a uno con mucho tiento. Eso sí: sabiendo que, sin coherencia entre las posibles soluciones, el invento se va a desbaratar sin remedio. El liderazgo. El PSC tiene un problema grave de personas. No está claro quién va a coger el relevo. Se mira a los alcaldes, donde ciertamente hay algunas figuras que quizás valdrían, y también a la generación más joven, de la cual la ministra Carme Chacón es el exponente más visible. Son estos últimos gente por lo general preparada, pero que debe demostrar que no estamos ante insulsos tecnócratas, sino que tienen ideas políticas propias y consistentes, y coraje para defenderlas. Las almas. El montillismo ha decretado que no hay almas en el PSC. Todos son igual de catalanistas e igual de socialistas. Si en el PSC se lo creyeran de verdad cometerían un tremendo error. Si el PSC es un partido grande y central (todavía) es porque es plural, porque sus votantes y sus militantes son heterogéneos. En esa pluralidad interna se apoyan sus dirigentes para presumir de que es el partido que más se asemeja al país. Pero la pluralidad hay que saberla manejar, hay que gestionarla para que rinda sus frutos, para que sume y no reste, como le ha ocurrido en los últimos tiempos al PSC. El grupo. Para gestionar esa pluralidad resulta fundamental recuperar el grupo parlamentario propio en el Congreso. El PSC debe conseguir que el PSOE lo acepte -una operación harto complicada- y no suelte la bomba atómica, es decir, sin que opte por implantarse por su cuenta y riesgo en Catalunya. Los socialistas catalanes deberán trabajar en esa dirección, siempre que la prioridad del PSC sea Catalunya, claro está. Por otra parte, que el PSC existiera más allá del Ebro no beneficiaría exclusivamente a los socialistas, sino a todos los catalanes. El proyecto. Seguramente el peor de los males del PSC es el ideológico y de proyecto. La socialdemocracia clásica está aquejada de problemas de conexión con la sociedad europea, para gran parte de la cual forma parte más del pasado que del futuro, más del problema que de la solución. Por eso hoy apenas gobierna en un puñado de países. Puede que las cosas regresen a su cauce o puede que no, pero no parece sensato hacer como si nada, solamente equipados con la esperanza de que tarde o temprano vuelvan los buenos tiempos.