Cuando usted, querido lector, tenga estas líneas ante sus ojos, el socialismo barcelonés, y por extensión el catalán, se encontrará a un paso de decidir quién ha de ser su alcaldable en la capital del país, es decir, quién debe batirse en la batalla si no más desigual sí probablemente más determinante de la historia del partido. El PSC se encuentra en un momento muy bajo. El malestar y la desorientación se han instalado tras el mazazo de noviembre. José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE, que han contribuido a su desgracia, se desentienden con escaso disimulo de la suerte de los compañeros catalanes. Por su parte, los obligados recortes que el Gobierno de Artur Mas está acometiendo sirven de constante recordatorio del elefantiásico déficit dejado por el Gobierno que presidió José Montilla.
Por si fueran pocas las desgracias, quien seguramente era el mejor estandarte que tenía a mano el PSC para la batalla de Barcelona, Ferran Mascarell, se pasó al enemigo tras un episodio tan trepidante como confuso. Quien para muchos encarnaba la última esperanza de retener el Ayuntamiento de Barcelona cuatro años más –llevan casi 32– prefirió convertirse en conseller de Cultura del Gobierno convergente.
En las primarias del PSC pueden votar dos clases de ciudadanos: los militantes del PSC y los llamados simpatizantes del mismo partido, una condición esta última con zonas notables de ambigüedad. Algunos de esos simpatizantes son gente que se inscribió como tal o bien se asoció a Ciutadans pel Canvi hace unos años, con lo cual algunos tal vez ni se acuerden, otros se hayan desencantado e incluso puede que unos terceros hayan decidido orientar sus simpatías en otra dirección.
¿Qué va a suceder? Nadie lo sabe. Pero por desgracia –es ley universal y se ha cumplido mil veces– las cosas son siempre susceptibles de empeorar. Mientras Xavier Trias aguarda a ver cuál de sus dos potenciales adversarios queda en pie, las informaciones que provienen de la parroquia socialista barcelonesa resultan confusas. No hay sondeos que puedan guiarnos, ya que los que se han llevado a cabo no nos hablan de los militantes y simpatizantes del PSC, que son quienes han de votar. Les diré sin embargo que, si tuviera que apostar, y a juzgar por los pocos indicios disponibles, lo haría por el actual alcalde, pero puedo equivocarme. Para terminar, probemos a examinar la situación desde otro ángulo. Considerando que las cosas son siempre susceptibles de empeorar y, como se sabe, las primarias las carga el diablo, preguntémonos por un momento cuál sería el peor desenlace para los socialistas: parece razonable situar esa peor hipótesis en una victoria muy justita de Jordi Hereu. A la vista de cómo le están yendo las cosas al PSC, no lo descarten.