Sobre el dilema del president Mas

Confesaba el domingo Artur Mas a este diario tener “un dilema” sobre si ir a votar o no en la consulta popular sobre la independencia convocada para el próximo día 10 de abril en la ciudad de Barcelona, donde reside. Subrayaba Mas que hoy es president de todos los catalanes, y que, si bien hay una parte de la ciudadanía que ve con buenos ojos los referéndums, existe otra que no. Añadía que, en caso de votar, está claro qué votaría, pues lo ha dicho muchas veces (en efecto, Mas ha manifestado reiteradamente que, si algún día se celebrase un referéndum oficial sobre la independencia de Cataluña, él apostaría por el sí).

En primer lugar, me parece raro que un político de su experiencia y solidez recurra, como hace en la citada entrevista, a una distinción del tipo Mas-president versus Mas-ciudadano. Dicho esto, no acabo tampoco de comprender el resto del argumento presidencial. Señala Mas que habrá mucha gente a la que no le gustará que él vaya a votar o, al menos, que no compartirá su gesto. Pero ocurre, se quiera o no se quiera, que habrá también muchos catalanes que no entenderán que se abstenga e, incluso, que se sentirán molestos. Puestos en la tesitura, ambas opciones son igual de buenas o de malas. ¿Igual? Rectifico: en el caso de Mas no ir a votar es peor, puesto que él ha defendido y defiende el derecho de Cataluña a decidir. Alguien que enarbola en el derecho a decidir no parece que pueda renunciar a reclamar tal derecho –que de eso se trata en realidad- mediante la ceremonia de la consulta. Cuando José Montilla, siendo president, no fue a votar se interpretó, de forma plenamente legítima, que estaba rechazando el derecho de Cataluña a la autodeterminación. Lo mismo cabría entender si Mas actuara de idéntico modo.

Resumiendo: puesto que, haga lo que haga, Mas no puede contentar a todo el mundo, lo que parece sensato es participar. Hacerlo tampoco invalida, me parece, su opinión, según la cual, y por diferentes motivos, no es conveniente que en las actuales circunstancias la Generalitat apueste por un referéndum oficial sobre la relación que Cataluña y España deben mantener. Si la reflexión expresada por el president en este periódico se consolidara y acabara convirtiéndose en doctrina, cabría deducir, llevándola al extremo, que Mas no volverá a votar mientras ocupe el Palau de la Generalitat, toda vez que ni todos los catalanes votan ni todos los que votan votan lo mismo. El primer damnificado sería su compañero de filas Xavier Trias y la propia CiU, que se quedarían compuestos y sin el voto de su jefe de filas. Absurdo. Además, si un día hubiera referéndum ‘de verdad’, se supone que el jefe del gobierno de Cataluña (fuera quien fuera) debería votar y además hacerlo solemnemente… ¿o no?

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