¿Cómo hay que tomarse el referéndum del domingo en Barcelona? A mi entender, como lo que es: el fruto de un movimiento popular que reclama el derecho de los catalanes a decidir democráticamente sobre su futuro. Cuando se intenta desprestigiar este movimiento, paradójicamente a veces por parte de sectores de la izquierda siempre dispuestos –¡menos en este caso!– a elogiar aquellas iniciativas populares que buscan conquistar mayores espacios de libertad, se suele rehuir el fondo de la cuestión. Así, por ejemplo, se aduce que las consultas que se han ido celebrando por toda Catalunya son vilmente instrumentalizadas por tal o tal partido o facción. O bien se echa mano de una visión complotista y paranoica de la historia según la cual nos encontramos en manos de oscuros politicastros capaces de manipularnos a su antojo. Es importante A algunos no les cabe en la cabeza que sea la sociedad civil, auténtica sociedad civil, la que haya hecho nacer y crecer las consultas. Por eso me gustaría recordarles que son más de 600.000 los catalanes (sin contar los barceloneses que ya han depositado su papeleta) que han acudido a votar a favor de la independencia, en contra o en blanco. No parece que algo de lo que participan cientos de miles de ciudadanos pueda tacharse de chorrada o de payasada. Por supuesto, muchos de quienes menosprecian las consultas por su supuesto amateurismo y, circunspectos, exigen seriedad son los mismos que trabajan día y noche para que los catalanes no puedan pronunciarse jamás de manera oficial y vinculante. Para intentar comprender el movimiento popular de las consultas es imprescindible situarlo en su contexto. Un contexto que, amén de con otros fenómenos, conecta con la masiva manifestación del 10 de julio del año pasado tras la sentencia contra el Estatut, y, en un nivel más profundo, con un desplazamiento lento, pero persistente, de la sociedad catalana. Mi conclusión, fruto de la lectura de encuestas y también de la experiencia directa, es que, progresivamente y por distintos motivos, algunos muy complejos, otros más sencillos de entender, los catalanes están dejando atrás el miedo y los tabús que les impedían asumir que tienen, que tenemos, derecho a decidir sobre nuestro futuro. Si Jordi Pujol impugna su larga trayectoria política y se pronuncia a favor de la independencia es porque, según ha explicado, ya no encuentra razones para rechazarla, pero también porque percibe claramente –el expresident es un conspicuo auscultador de la realidad– que la sensibilidad del país se está transformando.