Parecía que las elecciones catalanas del 28 de noviembre y las del próximo 22 de mayo se hallaban muy juntas, muy cerca unas de las otras, pero la sensación ahora es que en realidad no lo estaban tanto. A los mandamases de CiU, concretamente, el trayecto se les está haciendo largo, muy largo. Un calvario.
En parte se debe a la poca antelación con que los convergentes prepararon el acceso al poder. Eso generó cambios de última hora, desajustes y cacofonías. La segunda gran causa es conocida: los problemas financieros de la Generalitat obligaban y obligan a acometer una drástica reducción presupuestaria, lo que, lógicamente, ha derivado en conflictos con los colectivos afectados y ha dado munición a los adversarios políticos.
Una vez encaminada la mejora de la cohesión gubernamental, y anunciadas las malas noticias en cuanto a esfuerzo ahorrador, Artur Mas decretaba hace unos días un frenazo, hasta después de las elecciones del día 22, de los recortes en Salut, la conselleria que acumula, grosso modo, un tercio del presupuesto. Y eso pese a la determinación del president de afrontar el problema con firmeza y sin dilación. Como él, no son pocos los que ven la pésima situación financiera catalana como una oportunidad para cambiar las cosas, es decir, para mejorar la Administración haciéndola más moderna y eficaz, librándola de inercias burocráticas, rigideces y lastres acumulados.
¿Qué ha pasado? Pues que a algunos importantes dirigentes de CiU y a la mayoría de los candidatos municipales les ha entrado el miedo a que los recortes les agüen sus resultados electorales. No hay que pensar exclusivamente en Barcelona, sino en el total de más de 900 listas que la federación presenta en pueblos y ciudades. La presión sobre Mas fue muy intensa, de tal modo que, contra su criterio, ordenó finalmente al conseller Boi Ruiz que esperara.
La experiencia demuestra que la combinación de tacticismo y miedo suele conducir al error. Por una parte, las críticas y las censuras al Govern no han remitido (el pasado Primero de Mayo unos manifestantes quemaron un gran monigote con la cara de Mas ante el domicilio del president). Por la otra, el frenazo pone en duda la sinceridad y la credibilidad del Ejecutivo, algo que, por ejemplo, se consideró prioritario en la decisión de mantener la eliminación del impuesto de sucesiones. Aplazar hasta después del día 22 los recortes en el ámbito de la sanidad parece entrañar más inconvenientes que ventajas, más allá de tranquilizar a los temerosos del efecto corrosivo de las medidas anticrisis. Un temor que, además, es probablemente exagerado, como demostraría, por ejemplo, un sondeo en posesión de la cúpula de CiU según el cual, de repetirse las elecciones catalanas, Mas alcanzaría la mayoría absoluta.