Muy buena cara no podía poner Ferran Falcó la noche electoral, pues se temía lo peor. Por eso mismo llevaba el asunto más que meditado: lo que CiU debe hacer, había concluido, es permitir al PP gobernar en Badalona pese a su campaña irresponsable, engañosa y populista contra los inmigrantes. Los argumentos de Falcó, compartidos por la cúpula convergente, son discutibles, pero comprensibles y claros. Podemos resumirlos en tres. Citados sin ordenarlos según su importancia son: primero, mantener al PP apartado del poder no ha funcionado, todo lo contrario, pues le ha proporcionado a Xavier García Albiol el combustible que necesitaba; segundo, el PP ha ganado las elecciones claramente y el alcaldable que más votos ha recibido es García Albiol, y, tercero, CiU ha salido electoralmente trasquilada del pacto anti-PP del último mandato, en el que, para más inri, la federación asumió la responsabilidad de las políticas de inmigración.
Por supuesto, ni Falcó ni nadie sabe qué va a suceder en Badalona en el futuro. CiU se va a situar en la oposición con la esperanza de que al PP se le atragante el gobierno municipal y los ciudadanos se den cuenta de la vacuidad e inconsistencia del proyecto de García Albiol. Eso puede que suceda o puede que no. Sin embargo, también es arriesgado creer que el cordón sanitario contra el PP iba a arrojar esta vez mejores resultados. En resumen, como se trata de una situación de aquellas en las que, hagas lo que hagas, siempre vas a equivocarte, lo más sensato es intentar discernir el mal menor. Es desde esta óptica, creo, que hay que abordar lo de Badalona.
Amén de lo dicho, es cierto que existen un par de elementos más a considerar, si bien tal vez de carácter secundario. El primero es que a Badalona posiblemente le siente bien un cambio en el consistorio que desmantele al menos en parte el denso entramado de intereses tejido alrededor del ayuntamiento y el PSC local. El cambio, cuando hace mucho que mandan los mismos, es siempre democráticamente higiénico, y Badalona no es una excepción.
El segundo elemento tiene mucho de simbólico y mediático, pues que CiU deje gobernar al PP es y seguirá siendo utilizado por la izquierda para desgastar a los convergentes. A ERC y a Iniciativa seguramente ese aprovechamiento del asunto les sirva. En el caso del PSC tal vez sea también una buena táctica, pero, al mismo tiempo, prefigura una estrategia a mi entender pésima (para el socialismo y para Catalunya). Tal estrategia pasa por empujar a CiU a pactar con el PP en tantos ámbitos como sea posible y a continuación aparecer ante las cámaras para denunciarlo con gran y aparente indignación. Ya digo: táctica resultona pero mala estrategia. O, dicho de otro modo, pan para hoy y hambre para mañana.