Coriáceo fajador, hombre de larga trayectoria, Alfredo Pérez Rubalcaba se enfrenta hoy a su misión más difícil. Una vez anunciada su salida del Gobierno, el candidato del PSOE ha comenzado a hilvanar su relato, a construirse a sí mismo como presidenciable. A dibujar su oferta a los españoles. Rubalcaba no lo va a tener nada fácil, y no solo porque el PSOE se encuentre muy por debajo del PP en los sondeos.
Debe transitar entre la necesidad de atraer a la izquierda desencantada y las reformas de José Luis Rodríguez Zapatero encaminadas a reanimar la maltrecha y languideciente economía española. Al mismo tiempo, debe cuidarse de evitar que Mariano Rajoy conquiste nuevas franjas de electores, lo que, entre otras cosas, pasa seguramente por provocar el cuerpo a cuerpo con el popular. El candidato socialista solo podrá salvar los muebles si consigue, aunque sea parcialmente, una cosa y la otra.
En contra de Rubalcaba , amenazando el difícil equilibrio que el cántabro pretende lograr, juegan diversos factores. Por una parte, un Zapatero convertido en un pesado lastre electoral y que va a seguir en la palestra mediática, al menos de momento. Asimismo, Rubalcaba debe enfrentarse a su propio pasado, tanto al más lejano –sus años junto a Felipe González – como, en especial, al reciente, como número dos del Gobierno de Zapatero . Como insiste el PP, si Rubalcaba disponía de las recetas mágicas como ahora dice tener, ¿por qué no lo dijo antes? ¿Cómo es que el Gobierno que el vicepresidía ni tan solo las estudió?
Luego está la incógnita del calendario, de los tiempos. Aparentemente, Zapatero pretende continuar mandando mientras la situación económica no lo haga imposible; esto es, hasta marzo (el presidente sueña con una recuperación económica que le permita reivindicarse ante la historia). Pero esa puede revelarse una carrera muy larga, incluso agotadora, para el candidato del PSOE, cuyas contradicciones con Zapatero serán previsiblemente cada vez menos disimulables. Por la misma razón, Rubalcaba corre el peligro de que sus propuestas acaben siendo percibidas como hueca fraseología, que suenen como filfa populista.
Son muchos los elementos que entorpecen una posible remontada del PSOE. Sin embargo, a Catalunya, al menos a mi entender, le interesa que esta se produzca, puesto que una mayoría absoluta del PP puede resultar nefasta para los intereses y las aspiraciones de sus ciudadanos. Una mayoría relativa en el Congreso, en cambio, obligaría a Rajoy a escuchar con atención a Catalunya, amén de otorgar al Govern –a través de los diputados de CiU en Madrid y, si es posible, de otros representantes catalanes– una capacidad de negociación que, de ganar el PP por paliza, sencillamente no existirá.