Las perspectivas de las elecciones legislativas españoles apuntan, salvo que se produzca un auténtico terremoto, a una victoria del PP por aplastante mayoría absoluta. Se cerrará un ciclo electoral (comicios europeos al margen) que se inició en Catalunya con las elecciones del 28 de noviembre del 2010, y que habrá resultado desastroso tanto para el PSOE como para el PSC. Pero no solo eso, sino que, a mi modo de ver, inaugurará una nueva etapa en Catalunya condicionada por el auge, que puede incrementarse en el futuro, del PPC. Esto supone un cambio cualitativo de la dinámica del mapa político catalán.
Recapitulemos. Las elecciones al Parlament estuvieron marcadas por la durísima crisis económica, la áspera sentencia del Constitucional sobre el Estatut y el hartazgo causado por los gobiernos tripartitos. Estos y algunos otros motivos causaron el hundimiento del PSC, que se quedó con 28 diputados en la Cámara catalana, donde los populares se encaramaron al tercer puesto. Luego llegaron las municipales y el PPC logró ser también tercero, rebasando de nuevo a ERC, a la que sacó casi un 4%, aunque los republicanos lograron más ediles. Como saben, el PPC dirige ciudades tan significativas como Badalona y Castelldefels.
¿Qué ocurrirá en las elecciones españolas que tenemos a la vuelta de la esquina? Pues todo indica que, en Catalunya, el PP esta vez ya no va a forcejear con ERC, sino con el PSC y CIU. Las tres fuerzas que podrían cruzar la meta muy cerca unas de otras, de manera que no es descabellado imaginar que el PP pueda situarse en segundo lugar o, incluso, aunque muy improbable, ganar.
En mi opinión, este ascenso del PPC, impulsado en gran parte por el desplome del PSC, no va a resultar inocuo, como apuntábamos más arriba. No obstante, existe una corriente de opinión, que ha cundido, sobre todo entre el establishment catalán, que señala que el PP, una vez en la Moncloa, será moderado y dialogante. Es una hipótesis respetable y tranquilizadora. Pero tengo abundantes dudas sobre ella. La extensa y poderosa ala dura, política y mediática, del PP presionará y exigirá a Mariano Rajoy que ponga a raya, como dicen ellos, al catalanismo.
Que las bajas pasiones de la derecha españolista no van a ser embridadas, por mucho que ahora, antes de unas elecciones, la cúpula popular se esfuerce en moderar su fraseología. Posiblemente, habrá mucha más confrontación que mano tendida. Y tal vez haya «choque de trenes». Por todo ello, al Govern de Artur Mas, pero también a la cohesión interna de Catalunya, un bien preciosísimo, les conviene que el PSC despierte más pronto que tarde del estado comatoso que le aqueja, recupere su vigor y asuma de nuevo su tradicional protagonismo.