Tribulaciones de un esprínter

Al toparme en las páginas de este diario con la excelente foto en que se descubre al cubano Dayron Robles agarrando a Liu Xiang para que no le supere en la final de los 110 metros vallas de los Mundiales de atletismo no pude más que pensar en Zapatero, Rubalcaba y el minicambio en la Constitución. Robles fue descalificado, como, por su parte, lo está desde tiempo atrás el presidente del Gobierno español, al quien ya nadie, ni tan siquiera los suyos, tiene en muy buena consideración.

Quien empezó su andadura sacando a los soldados españoles de Irak a la brava acaba sus días habiendo armado un estupendo lío que, de momento, no ha servido para otra cosa que para añadir mayores dificultades a la ya de por sí muy complicada carrera electoral de Rubalcaba. Al ser señalado como candidato del PSOE, se dijo que el cántabro –atleta en su juventud– se disponía a acometer un esprint cuyo objetivo era la remontada. El lastre de Rubalcaba no era otro que Zapatero y su gestión, de la cual era corresponsable. Una vez abandonado el Gobierno, estamos viendo cómo Zapatero amenaza con su actuación con convertir al exvicepresidente en émulo de Usain Bolt, víctima el otro día de una espectacular salida en falso.

 

Se comprende, por todo ello, el cabreo mayúsculo de Rubalcaba. Además, los hechos han demostrado que no era necesario introducir los topes antidéficit en la Carta Magna, y que con una ley era suficiente. Al candidato socialista, y al partido en su conjunto, su jefe de filas les podría haber ahorrado el disgusto y el trajín de estos días, amén de la ventaja suplementaria concedida a un PP que amenaza con batir todos los récords en las próximas elecciones.

 

En Catalunya, el pacto Zapatero-Rubalcaba no ha provocado grandes alegrías, a excepción, claro está, de las huestes de Alicia Sánchez-Camacho. En el PSC han sido fieles a la tradición, es decir, han obedecido al PSOE. Eso sí, la futura cabeza de cartel por Barcelona, la ministra Chacón, ha querido que conste que lo de ahorrarse el referendo a ella, en realidad, no le gusta.

CiU, en cambio, ha decidido jugar fuerte. Ha insistido en meter en la agenda el déficit fiscal catalán, y ha enmarcado la medida pactada entre Zapatero y Rajoy en un ataque a la autonomía del Gobierno catalán, cosa totalmente cierta. Encima, ha denunciado Duran Lleida, el plato se ha cocinado sin contar para nada con CiU –lo que ha hecho salivar a la Brunete mediática madrileña, deseosa que PP y PSOE se alíen para someter al nacionalismo– y quebrando el «consenso constitucional».

Tan irritado estaba Duran que ni él, ni sus diputados votaron el martes en el Congreso. O sea, estaban, pero no pulsaron ningún botoncito, algo inédito en los anales de la federación nacionalista.

 

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