Transcurridos unos cuantos meses desde que tomara las riendas del partido, Pere Navarro ha decidido sustituir a los principales representantes del PSC en el Parlament. Como se sabe, el primer secretario socialista, que no es miembro de la Cámara catalana, se encontró con una estructura heredada de la etapa anterior.
No voy a entretenerles con el baile de nombres. Algunos diputados y diputadas son apartados y otros, recompensados; unos suben, otros bajan. Algunas de las apuestas realizadas se me antojan un acierto; otras, un desacierto. En conjunto, no parece un equipo lo suficientemente potente y cohesionado, menos aún si tenemos en cuenta la difícil situación en que se encuentra el PSC y los también difíciles tiempos que atraviesa Catalunya. No quisiera, sin embargo, prejuzgar, vicio al que tanta inclinación existe en este país. Hay que esperar y evaluar a los nuevos responsables por sus actos, por lo que hagan o dejen de hacer a partir de ahora. Por otra parte, no está de más recordar que Navarro debía depositar su confianza entre los diputados con que cuenta actualmente el PSC, un grupo que no ha podido seleccionar la dirección actual.
Sea como fuere, Pere Navarro ganó claramente el correspondiente congreso y tiene derecho a llevar a cabo los cambios que considere convenientes, en especial cuando parece que podrían anticiparse las elecciones en Catalunya.
El análisis de lo que ha ocurrido, de lo que está ocurriendo, podría llegar hasta aquí, es decir, circunscribirse a un asunto de nombres, de relevo de un determinado equipo de personas por otro. Pero hay un segundo nivel de interpretación posible, que pasa por intentar discernir si los cambios son solo eso, un asunto de nombres, o implican un nuevo rumbo. Un proyecto y una estrategia identificables y distintos de lo que había hasta ahora.
Que buena parte de los damnificados correspondan al ala catalanista del PSC abonaría esta tesis. Ciertamente, muchos ven los cambios como un castigo a este sector y una victoria de los que anteponen los intereses del PSOE a los del catalanismo. Las declaraciones de algunos dirigentes del PSC reforzarían una interpretación de este estilo.
Si fuera así, Navarro se estaría equivocando; a mi juicio, supondría que el PSC, por miopía, miedo o falta de ambición, renuncia a intentar gestionar el pluralismo y la complejidad, como ha venido haciendo históricamente. Supondría, además, que en el partido sigue siendo hegemónica una visión de la sociedad catalana heredada de los años 70 y 80, hoy completamente obsoleta, pues Catalunya ha cambiado y también aquellos que votan o pueden votar al PSC. Muchos son de otra generación y el resto, en su mayor parte probablemente, ya no piensan ni sienten como hace 30 años.