Reunir a la tripulación adecuada para travesías como esta fue siempre algo delicado. Porque hay quien, prudente o calculador, prefiere quedarse en tierra firme, pero sobre todo porque no todos los marineros sirven para todos los viajes.
El que inicia el Gobierno de Mas en esta su segunda legislatura va a ser cualquier cosa menos apacible. Existen dudas más que razonables de que la travesía vaya a prolongarse durante los cuatro años disponibles, bien por culpa del éxito, bien del fracaso. Además, no hay garantía alguna de que la nave vaya a regresar entera a puerto. Las trampas lúgubres que acechan y las terribles tormentas que se preparan harían vacilar al más experimentado lobo de mar.
Mas y su Gobierno tendrá que seguir capeando la crisis durante al menos un par de años. Igualmente, CiU se ha comprometido con ERC, pero también, y mucho más importante, con los catalanes, a convocar una consulta sobre la independencia en el 2014.
Los retos son de una enorme magnitud, pero también, como comentábamos arriba, lo van a ser los obstáculos y las adversidades. La crisis no va a dejar de golpear a los ciudadanos y, por consiguiente, van a multiplicarse las protestas y manifestaciones. Al mismo tiempo, la situación continuará proporcionando excusas a Rajoy para laminar e invadir competencias autonómicas, al tiempo que administra a voluntad el oxígeno financiero.
La agenda soberanista, la consulta, no va a causar menos complicaciones. A parte de al PP y al resto de partidos españoles, el Govern se va a ver sometido a la presión de los aparatos mediáticos con sede en Madrid. Es muy posible asimismo que la guerra sucia a base de fantasmales informes policiales persista. A ello hay que sumar a los antiguamente llamados poderes fácticos, todos los españoles y no pocos de catalanes, que desaprueban el rumbo tomado por Mas y los socios (ERC) elegidos.
Se suele decir que resistir es vencer. Esta vez va a hacer falta bastante, mucho más. El president necesita, ahora sí, que el suyo sea el gobierno «de los mejores», lo que en las presentes circunstancias supone, al margen de talento para tomar buenas decisiones, o las menos malas, sangre muy fría, firmeza de acero y convicciones graníticas, así como una lealtad prácticamente ciega. Entre otras cosas porque, cuando las condiciones son extremas, la solidaridad flojea y, por muy curtida que esté, resultan inevitables las de-savenencias entre la marinería, que en este caso, además, pertenece a tres partidos distintos, Convegència, Unió Democrática y, aunque no esté en el ejecutivo, ERC.
La esperanza del president, la de todo el barco es que la sociedad catalana se mantenga unida e hinche las velas con la suficiente fuerza para salvar los innumerables peligros o, al menos, evitar el naufragio inútil, esto es, para que la peripecia no haya sido en vano.