No es pesimismo, sino genuino realismo: la consulta sobre el futuro de Catalunya solo se producirá si los que la impulsan, todos, demuestran inteligencia, coraje y generosidad. Además, aunque Catalunya, que tiene enfrente a un Estado poderoso, actuara con todo el acierto, nada le asegura salirse con la suya. Si lo hace bien, quizá los catalanes consigan decidir su futuro; si no, el fracaso está asegurado.
En una confrontación de este tipo –fuerte contra débil–, este último solo puede salir victorioso si está a su mejor nivel, no comente errores y sabe aprovechar las debilidades y contradicciones del Goliat de turno. Tengo la sensación de que, aunque ciertamente España se mueve como un gigantón miope e impulsivo en lo que a Catalunya se refiere, esta está cometiendo demasiados fallos.
No puede ser que algunos –desde el Govern, desde Convergència desde Unió– den argumentos a quienes, por ejemplo, quieren mostrar el Ejecutivo de Artur Mas como un organismo dividido y desorientado. Los problemas de Oriol Pujol , que le han obligado a dejar la jefatura de CDC, junto con las ambiciones personales de algunos, no favorecen la unidad de acción imprescindible.
Tampoco es razonable que otras fuerzas políticas continúen, pese a la situación desesperada del país, apegadas al polvoriento manual de la táctica y la politiquería, e incapaces de vencer la tentación del beneficio partidista inmediato. Pero quizá lo peor es la presión que sobre el Govern y, muy especialmente, sobre el president Mas están intentando ejercer algunos poderosos catalanes. En el grupo se mezclan los grandes apellidos con aquellos otros individuos que gracias a sus habilidades –de distinta naturaleza– y a la buena suerte han logrado situarse en una posición privilegiada.
Sea como fuere, este grupo está empeñado en abortar el compromiso de Mas y CiU con los catalanes y, por descontado, también en doblegar la voluntad de la ciudadanía. Es una operación absolutamente censurable, pero no parece que sientan reparo ético alguno por hacer lo que están haciendo, a veces incluso de forma pública. Desde luego, tampoco se sienten culpables por estar revolviéndose duramente, en sintonía con los poderes políticos y económicos de Madrid, contra un hombre, Artur Mas , al que más de uno debe importantes favores.
Las divergencias políticas y la hostilidad de dicho grupo de poderosos erosiona la posición catalana, el David de esta historia. Sin embargo, Mas , para quien los resultados del 25-N supusieron un duro golpe, debiera saber –y esto es trascendental– que es el depositario de la esperanza no solo de los electores de CiU, sino de muchos otros catalanes, que confían en su liderazgo y desean con todas sus fuerzas que no desfallezca.