Un pasado oscuro y vigoroso

A raíz de la muerte de Videla, han circulado por internet y las redes sociales numerosas imágenes de la visita que en 1978 realizó el rey Juan Carlos a Argentina. Ya todo el mundo sabía entonces lo que allí estaba ocurriendo, por eso el Monarca elogió el proceso hacia la democracia y la Constitución que los españoles refrendarían poco después.

En los últimos días hemos sabido que la delegada del Gobierno en Catalunya entregó un diploma a la Hermandad de Combatientes de la División Azul, una asociación de nostálgicos admiradores de las tropas que lucharon junto al ejército de Hitler. Pero no es todo. Se suceden los signos de que algo, algo profundo y terrible sucede en España. Las Cortes valencianas acaban de prohibir el término ‘País Valencià’ y en Aragón han rebautizado el catalán como lapao. Arremeter contra Catalunya es popular, queda bien, incluso es festejado, y para ello se aprovecha cualquier excusa. Presidentes y barones de autonomías subvencionadas rechazan a gritos que se conceda ningún margen económico a la agonizante Catalunya, pese a que no es la única que lo requiere.

El viernes, el Consejo de Ministros daba el visto bueno a un proyecto de reforma escolar que, con declarado afán españolizador, prevé que los padres que rechazan que sus hijos aprendan catalán lleven a sus hijos a escuelas privadas ‘spanish only’. Para mayor escarnio, el coste se le descontará a la Generalitat. En la inacabable lista de síntomas alarmantes podría incluirse, por ejemplo, las continuas infamias contra el ‘president’ Mas, el independentismo o los catalanes en general.

Ante las fotos del sanguinario Videla junto al joven Rey de España, elegido por Franco, no he podido evitar la evocación de nuestro pasado reciente y recordar de dónde venimos. Venimos de una transición que consistió en hacer nacer una democracia del oscuro vientre de la dictadura. Reforma, que no ruptura, de la ley a la ley, ¿recuerdan? La imprescindible piedra de toque fue la amnistía y la desmemoria, un pacto de disimulación y encubrimiento. Un pacto moralmente insano -al no distinguir el bien del mal- que permitió sortear el enorme atolladero. ‘Transición’ emparenta con ‘transigir’; o sea, ni pecados, ni culpables, ni castigos. Ni arrepentimiento.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *

Podeu fer servir aquestes etiquetes i atributs HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>