Puede que la única cosa positiva que Artur Mas consiguiera al anticipar las elecciones fue que, al hacerlo, la próxima convocatoria catalana quedó en principio situada tras los comicios españoles, cerrando el ciclo. Ello significa que la pérdida de mayoría absoluta por parte del PP o un triunfo del PSOE podrían cambiar el escenario político antes de que se extinga el mandato del president. Y, quizás, pero quizás todo lo contrario, se abra una oportunidad para las aspiraciones y reivindicaciones catalanas.
En Catalunya se ha extendido la afición a hacer cábalas sobre nuestro futuro colectivo. Cábalas sobre el calendario, la vía a utilizar, la pregunta, el resultado, etc. Por supuesto, eso sucede en las redacciones de los medios de comunicación, pero también en las comidas de negocios y en las reuniones familiares se discute arduamente sobre estas cuestiones. No digamos ya en los círculos gubernamentales y políticos, y por supuesto entre los ciudadanos más activos y comprometidos con lo que se ha dado en llamar el proceso.
Dada la gran intensidad del momento, sería extraño e incluso absurdo que este tipo de cálculos y especulaciones no se produjeran. Esforzarse en prever lo que puede suceder, aun sabiendo que la incertidumbre es elevadísima, es mucho mejor que no hacer nada. Mejor un plan, aunque acabe no cumpliéndose, que ningún plan. Además, intentar discernir entre la niebla tiene efecto tranquilizador, pues al dibujar el futuro imaginamos estar de algún modo conjurando los peligros del destino.
Fijémonos por ejemplo en uno solo de los múltiples hilos que tejen la actualidad política: ¿Qué pasará si el caso de los papeles de Bárcenas acaba explotando de forma definitiva y se precipitan elecciones en España? Tal vez el nuevo Gobierno sería más beligerante con Catalunya, o quizás no. O cojamos el factor económico. ¿Qué ocurrirá si ERC se niega a votar no ya los presupuestos del 2013 sino también los de 2014, que deberán discutirse dentro de unos pocos meses? La verdad es que nadie sabe cómo puede evolucionar el conflicto originado por las reivindicaciones catalanas y los rechazos españoles. No es algo calculable. Ni siquiera el más sofisticado de los algoritmos californianos podría manejar eficazmente la incógnita. Depende de mil variables, azares y circunstancias. Y de los errores que cometan uno y otro bando. Son tantos los factores que intervienen con ímpetu diverso que lo más seguro es que el asunto acabe discurriendo por veredas no procesadas, no pensadas anteriormente. Porque, ¿quién nos iba a decir hace solamente un año que hoy Catalunya estaría donde está?
Mientras tanto, tal vez resulta pertinente recordar que, cuando la niebla es espesa y tozuda, cuando apenas se ve nada, y nos hallamos justo al borde del despeñadero, lo primero es prestar muchísima atención a nuestros pies, y asegurar, uno tras de otro, nuestros propios pasos.