Hemos sabido hace unos días que el nuevo presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, estuvo militando en el PP siendo ya magistrado de la institución. Por lo visto, ya no pertenece al partido del Gobierno. La denuncia ha dado lugar a un sonoro debate. Pese a la nota de prensa emitida por el TC en defensa de la legalidad de lo hecho por su presidente, son muchos quienes han puesto en duda la voluntariosa exculpación. Modestamente, lo que yo entiendo tras leer las normas relativas al asunto (Constitución, ley orgánica del Tribunal Constitucional, ley orgánica del Poder Judicial) es que un miembro del tribunal no puede militar en un partido. Y también que la interpretación de los magistrados del TC está cogida por los pelos y huele a gremialismo.
Tampoco, por cierto, le debería parecer muy normal su situación al propio Pérez de los Cobos, que al acceder al TC ocultó su militancia ante el Senado, militancia de la que nada hemos sabido hasta ser desvelada por un periódico. Igualmente, parece raro que, si todo es tan normal y tan fantástico, decidiera darse de baja del PP. No sería, es seguro, por lo elevado de la cuota (37,14 euros al año), ni porque rompiera con sus camaradas (o con la FAES de José María Aznar, con la cual se le atribuyen también relaciones), pues los populares le han aupado a la presidencia del Constitucional.
Pérez de los Cobos se ajusta obstinadamente a la caricatura, pues une su fervor popular con su fervor anticatalán. Así, el hombre -todo un catedrático- ha escrito cosas como que «no hay en Catalunya acto político que se precie sin una o varias manifestaciones de onanismo», que «el dinero es el bálsamo racionalizador de Catalunya» o que «cuando un catalán está satisfecho lo expresa diciendo: ‘A mí, ya me va bien’». Curiosamente, fue en Catalunya -trabajó como profesor en la UAB durante más de 10 años- donde se hizo militante del PP y donde escribió el librito con las agradecidas meditaciones arriba reproducidas.
Más allá de las filigranas interpretativas, que el señor Pérez de los Cobos continúe en el Constitucional supone -amén de una puerta abierta a un alud de recusaciones- un auténtico desastre para el prestigio y la credibilidad del tribunal, ya muy tocados, singularmente en Catalunya. Pero al Gobierno que preside Mariano Rajoy, al PP y a los magistrados del TC eso les da lo mismo. A estas alturas les resbala que quede claro que las sillas se las reparten entre PP y PSOE y que, por tanto, el árbitro (el Constitucional, que debe decidir, por ejemplo, en los conflictos entre el Gobierno catalán y el español) lo es todo menos independiente y neutral. A la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura le honra haber preferido no opinar.