Se confirma a cada día que pasa. Lo apuntábamos en nuestro artículo del pasado día 7 ( No piensa moverse ) y hoy parece fuera de duda. Mariano Rajoy, el PP, han decidido no ceder ni un milímetro, y empujar a Catalunya a seguir adelante o rendirse. El PP confía en que el amplio consenso catalán en torno al derecho a decidir y el apoyo al Estado propio van a resquebrajarse, lo que convertirá en estéril el impulso soberanista. Los poderes formales e informales españoles saben, además, que controlan un auténtico arsenal de recursos legales e institucionales, que van a poner al servicio de sus planes. Todos los interlocutores, políticos, empresariales, intelectuales, etcétera, que han intentado pública o en conversaciones reservadas que Rajoy y los suyos recapaciten se han estrellado contra un muro. Contra un no rotundo. Aquí no hay terceras vías que valgan. Tanto es así, que, cuando Josep Antoni Duran Lleida pide, implora, que Madrid proponga algo porque, si no puede producirse en Catalunya una declaración unilateral de independencia, lejos de hacerle caso, en el PP se relamen imaginando el choque de trenes y la derrota de Catalunya. Y tras ella, la jivarización y la folclorización de las autonomías, el deseo común de muchos en las Cortes españolas. Como apuntábamos, el soberanismo cuenta con la fuerza de un impresionante movimiento popular. Su debilidad se halla en otra parte. En primer lugar, en unos partidos en muchos casos incapaces de estar a la altura del momento que vivimos. En segundo, en una parte de las élites catalanas, sobre todo económicas y empresariales, a las que les cuesta horrores mantener la compostura. Su actitud exageradamente temerosa y servil roza lo grotesco. El miedo, engordado a base de propaganda y no poca estulticia, es la mejor arma del PP. Pero hay que tener en cuenta que la campaña para amedrentar y dividir Catalunya, a sus partidos, a sus élites, a la sociedad, acaba de empezar. Puede que el Gobierno español y sus aliados se salgan con la suya. O puede que cometan un error de cálculo al menospreciar la cohesión y firmeza catalanas. Si bien los costes de ser tozudos, de mantener la determinación, pueden ser altos, también lo son los del fracaso o la marcha atrás. Que nadie se lleve a engaño: si el movimiento soberanista fracasa, el precio que los poderes españoles harán pagar a los catalanes, a todos, será también alto, además de humillante. La ofensiva que viene va a ser terrible. Artur Mas lo sabe. Por eso el otro día no aceptó ser relegado por Soraya Sáez de Santamaría en el acto de Foment del Treball. El mensaje que quiso lanzar es que él tiene tomada su decisión: no va a amilanarse. Es hora de que quien no lo haya hecho aún se pregunte si está dispuesto a seguir al president.
Completament d’acord. ANC va aconseguir, després d’una campanya propagandística molt ben montada, que un milió i mig
d’independistes es manifestecin arreu de Catalunya el dia de la diada. Però Rajoy sap molt bé que més de quatre milions es van quedar a casa. El moviment independentista té totes les de perdre
i tots els catalans pagarem les conseqüències.