Volvió a repetir Mariano Rajoy que sobre la consulta catalana no hay nada que hablar. Su explicación sigue siendo un chascarrillo: lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. La consulta es contraria a la Constitución (?), recalcó y, por tanto, no puede celebrarse ni negociarse. No satisfecho con ello, remató deplorando que la iniciativa soberanista haya generado «incertidumbres, inestabilidad y fractura social».
Veinticuatro horas antes, el jueves, el ministro Montoro se había referido también a Catalunya. Aseguró, en leve contradicción con su jefe, que no le pasa por la cabeza que la consulta pueda llevarse a cabo sin el permiso de Madrid. Saltó luego, sin embargo, a la anterior fase del conflicto entre Catalunya y el Gobierno español: el modelo de financiación. Como saben, hace poco más de un año, en su entrevista con el president Mas en la Moncloa, Rajoy cerró la puerta a abordar el asunto.
El jueves Montoro explicó por qué eso tampoco va a arreglarse. De nuevo, no puede ser y además es imposible. Resumiendo lo dicho por el ministro: se trata de demasiado dinero. Sus palabras fueron, literalmente: «Técnicamente, no es posible, por la magnitud». Según el ministro, se puede ser generoso con Navarra y Euskadi, a quienes se les dispensa de facto de contribuir a las arcas comunes, ya que su aportación sumaría poco dinero, pero eso no puede hacerse con los catalanes, puesto que eso supondría renunciar a una auténtica fortuna. O sea, subrayó, que se van a aquedar como están y, quiso dejar sentado, de nada van a servirles ni manifestaciones ni esteladas.
Como quien no quiere, el hombre del dinero reconocía dos cosas que ni el PP ni el PSOE suelen admitir ni habitualmente ni tan claramente. La primera, que Catalunya aporta mucho a la caja central. En otras palabras, que el déficit fiscal catalán es grande (aunque el Gobierno español no nos diga cuán grande). Segunda, que el Estado no puede prescindir, «por la magnitud», del dinero que el sistema obtiene de Catalunya (esto es, la diferencia entre lo que Catalunya paga y lo que recibe) año tras año, y que la Generalitat considera un drenaje insoportable.
Coincidirán, creo, conmigo en que afirmar que el modelo financiero debe seguir asfixiando a Catalunya eternamente porque al Estado le va bien disponer de ese dinero es un razonamiento inaceptable.
Los populares han anunciado que en el 2014 van a desplegar una intensa ofensiva comunicativa en Catalunya, donde aterrizarán repetidamente los máximos representantes del partido y del Gobierno, con Rajoy a la cabeza. Quieren contrarrestar al pujante independentismo. La pregunta es: ¿qué van a decirles a los catalanes? Negarse a mejorar la financiación y rechazar la consulta no parecen grandes argumentos…