La semana pasada, el jueves, el PSC alcanzó lo que parece una inflexión histórica, determinante. Tras dejar atrás la ambigüedad y las dudas, la cúpula había decidido el camino. Tal camino no es otro que asegurar la relación con el PSOE, mantener esa misma marca y contentar, se supone, a un electorado que se identifica con el proyecto español del partido hermano, un electorado que, estiman los estrategas del golpe de timón, es fundamental para mantener los más relevantes enclaves de poder aún en manos del PSC.
Es una opción defensiva y conservadora. Pero es la que ha escogido, legítimamente, el PSC, al precio de contravenir su historia e incumplir sus promesas –de palabra, por escrito y a través del voto parlamentario– de defender una consulta legal y también pactada.
Por supuesto, al tomar el camino que han tomado, Pere Navarro y los suyos renuncian a una parte de su electorado pasado, presente y futuro. Creo que la decisión –algunos alegarán que obligada, que no existía alternativa razonable; yo pienso lo contrario– difícilmente va a darles buen resultado. Pero lo peor no es eso. Como he escrito en otras ocasiones, me parece que la deriva del PSC es una muy mala noticia no exclusivamente para los catalanistas y soberanistas, sino para el conjunto de la sociedad catalana.
¿Qué ocurrirá en el futuro? El espacio de centro izquierda –socialdemócrata– catalanista no ha desaparecido ni desaparecerá. Los espacios políticos como el socialdemócrata no desaparecen. Actúan como la energía: se transforman, adoptan otras formas. La socialdemocracia catalanista es y seguirá siendo muy importante en Catalunya. Otra cosa distinta es cómo se expresará políticamente y cómo se encauzará electoralmente. Una vez el PSC ha dejado de ser lo que era, esta es la cuestión. Veremos si las personalidades y los grupos disconformes por lo sucedido, cada uno con su idiosincrasia y sus intereses, son capaces de ponerse de acuerdo y ofrecer una propuesta atractiva y solvente a los catalanes.
Por otra parte, veremos también qué ocurre con el PSC oficial . Las direcciones del PSC y del PSOE creen que el precio que están pagando y van a pagar es asumible, y que el PSC, tras la actual tormenta, será capaz de recuperar unas posiciones y un protagonismo que le devuelvan, al menos en parte, su antiguo esplendor. Es decir, lo que está ocurriendo sería un trance duro y doloroso, pero necesario para poder sanar.
Puede ser, no digo que no. Pero también puede ser que se dé la hipótesis contraria, o sea, que el PSC quede reducido a muy poco. Que se quede en mera sombra de lo que fue. Y que el pasado ya no regrese. Si eso ocurriera sería, por descontado, una mala noticia para el PSC, pero también para el PSOE, que debería arrastrar el grave hándicap político y electoral de su diezmada presencia en Catalunya.