Hay algunos tópicos políticos que, como los futbolísticos, no dejan de repetirse una y otra vez sean verdad, mentira o a medias. Uno de ellos es muy propio justamente de las elecciones europeas y por eso estos días no dejamos de oírlo. Consiste en decir que en las europeas hay que hablar de temas europeos y no de otras cosas como, por ejemplo, el movimiento soberanista catalán.
Esta admonición la ha formulado, entre otros, Duran en su carta semanal a la militancia: «Hay muy poco interés en hablar de Europa y, por tanto, se sitúa el debate local por encima del europeo, pero no solo en Catalunya, sino en todo el Estado». Lo mismo repiten elección tras elección periodistas y analistas mientras se acarician el bigote.
En las convocatorias europeas hay que hablar de temas europeos, sí. Son muchos los temas europeos que no interesan, aburren o suenan demasiado abstractos a la mayoría de la gente, sí. Sería bueno que todo esto no ocurriera, ciertísimo. Ahora bien, afirmar o insinuar que lo que pasa en Catalunya no es un tema europeo es un disparate. Como lo sería sentenciar que los recortes de Zapatero y Rajoy son solo un asunto local y con este pretexto se les intentara echar de la agenda pública.
Catalunya es un asunto absolutamente europeo, y no solo porque concierne directamente a un estado europeo. O porque el asunto afecta y puede afectar aún más al resto de estados de la Unión, toda vez que de lo que estamos hablando es de redibujar sus fronteras internas. También porque la naturaleza misma de lo que sucede en Catalunya (o en Escocia, o Flandes…) es absolutamente europea. Porque el tema es muy europeo. ¿O no lo son las identidades, los Estados, la libertad, la democracia, el pluralismo, etcétera?
No debe ser casual que, en su estrategia del miedo, el conglomerado de poder político, económico y mediático españolista no haya dejado de intentar asustar a los catalanes con una Catalunya fuera de la Unión Europea. «Condenada a vagar por el espacio sin reconocimiento y a quedar excluida de la UE por los siglos de los siglos», en la ridícula formulación del ministro García Margallo , que nos amenaza con otro 1714.
Que la cuestión catalana es una cuestión europea quedó totalmente claro el jueves en el debate entre los cinco aspirantes a presidir la Comisión, quienes abordaron los casos escocés y catalán. Y lo prueban también los enormes recursos y energías que invierte España en tratar, muchas veces a base de presiones y amenazas, de restar simpatías hacia la causa catalana.
Y, finalmente, tristemente lo corrobora que PP y PSOE se confabularan para excluir a Catalunya del cara a cara entre Cañete y Valenciano en TVE (¿por qué exclusivamente ellos dos?) ese mismo jueves.