En unos pocos días el president Mas ha pasado de estar contra las cuerdas, entre la espada y la pared, a tener la iniciativa. Si la semana pasada ERC le exigía avanzar hacia la consulta abstrayéndose de la prohibición del Constitucional, hoy su propuesta de nuevo 9-N parece haber cobrado un inusitado vigor.
El error de Junqueras no ha sido otro que creer que su posición privilegiada en el tablero político le permitía forzar la situación hasta el límite. En esa tesitura, empujaba a Mas a un tipo de consulta que todos sabían, también ERC, que no podía celebrarse. Por tanto, o este anunciaba que no iba a haber 9-N o hacía caso a Junqueras y seguía adelante pese a los obstáculos insalvables. Y pese también a las grandes probabilidades de que el intento acabara a medio camino entre el ridículo y el rosario de la Aurora.
Fue entonces cuando Mas decidió que ni una cosa ni la otra. Ni iba a enterrar la consulta ni a estrellarse contra las rocas. Se saldría literalmente por la tangente. Habría consulta, pero una consulta diferente, sui generis, un Onze de Setembre en noviembre. Desconcertada, ERC emitía un comunicado acusando al Govern de renunciar a la consulta. En el subtexto palpitaba el enfado ante la evidencia de que el president se les escurría entre los dedos.
No he sido nunca partidario de una consulta popular de este tipo y creí en un primer momento que Mas se equivocaba, que era un camino con más peligros que ventajas. Ya no estoy tan seguro. Una vez superada la irritación, Junqueras ha comprendido que debe apoyar la propuesta de Mas sin reservas. Que ha de hacer todo lo posible para que la consulta salga bien. Que salga bien significa que con ella Catalunya siga cargándose de razones y acumulando fuerza simbólica, para lo cual lo trascendente es la participación.
Sea como fuere, llevan razón los que ven la consulta como la última movilización popular antes de las elecciones anticipadas. Así la ven también la ANC y Òmnium, que ayer dieron su apoyo al 9-N del president , pero que, al mismo tiempo, le reclaman que convoque rápidamente elecciones anticipadas, a las cuales se les daría carácter plebiscitario.
Artur Mas quiere que, al menos, CDC y ERC vayan juntas en un candidatura con figuras conocidas de la sociedad civil. Es lo que ofrece e insistirá en ofrecer a Junqueras . Las siglas de unos y otros quedarían en segundo plano y el presidente de la Generalitat, uno de los grandes activos con que cuenta el proceso, encabezaría esta lista de país .
Si Junqueras rechaza la lista conjunta con Mas deberá afrontar el riesgo de aparecer como alguien que no hace lo suficiente por esa unidad entre partidos soberanistas que ayer también fue exigida, y con claridad, en la plaza de Catalunya.