Primero Mariano Rajoy celebró satisfecho su victoria justo al enterarse de que, pese a que ERC le empujaba con todas sus fuerzas, Artur Mas renunciaba a la consulta suspendida por el Tribunal Constitucional. Renunciaba a la consulta oficial y proponía una votación en el marco de un proceso participativo que se llevará a cabo mediante voluntarios. Eso resquebrajó la unidad de las fuerzas soberanistas catalanas, especialmente porque el president tomó la decisión sin reunirlas previamente. Luego, todos recapacitaron y en este momento tanto los partidos soberanistas como el movimiento ciudadano a favor del derecho a decidir están absolutamente conjurados para que el 9-N sea un éxito. Rajoy puso además en marcha una campaña para ridiculizar y despreciar el denominado nuevo 9-N. Pero pasaron unos días –y se multiplicaron hasta lo increíble los escándalos de corrupción del PP–y el Gobierno español se puso nervioso. Y Mas declaró que debíamos ser astutos y «engañar al Estado», unas palabras absolutamente innecesarias. Entonces, aquello que los populares habían retratado como poco más que una barbacoa entre amigotes, una charlotada política, pasó a ser un grave asunto de Estado. Un referéndum encubierto. Y decidieron abusar de la ley y utilizar de nuevo el Constitucional. Poner en aprietos al TC otra vez, seguir socavando el prestigio que pueda conservar, les importa un comino a los patriotas del PP.
Lo más penoso tal vez es que el Ejecutivo de Rajoy y el PP a coro repiten que el 9-N, que ahora no es más, pero no menos, que un Onze de Setembre en noviembre, carece de las mínimas garantías democráticas. ¡Y lo dicen quienes han impedido ferozmente que la consulta pueda llevarse a cabo con normalidad! Lo dicen los que organizaron en toda España –también en Catalunya– mesas para recoger firmas contra el Estatut, el mismo Estatut que, tras ser aprobado por los catalanes, llevaron al Constitucional para que este lo reescribiera. Aquel proceso participativo organizado en el 2006 chorreaba catalanofobia, pero nadie lo impidió y el PP, en aquel momento en la oposición, pudo llevarlo a cabo con completa normalidad.
¿Qué deben hacer los catalanes el 9-N? Lo que deseen, por supuesto. A mi me gustaría que Catalunya diera una lección de civismo y democracia. Que Rajoy y el PP no consiguieran desconcertar a los ciudadanos ni meterles el miedo en el cuerpo, como intentan y van a seguir intentando. Que fuera, como han sido los Onze de Setembre, una jornada reivindicativa, festiva y familiar.
Y que los que no están por la independencia participaran también con su papeleta. Porque ya no hablamos solo de independencia sí o independencia no . Lo que han provocado Rajoy y el PP es que ahora, en realidad, también estemos hablando de democracia.