Cunde la sensación, y el temor, de que el impulso soberanista, el ‘crescendo’ que hemos vivido en los últimos años, haya alcanzado su techo o, incluso, empiece a perder algo de fuerza. Por supuesto, el movimiento popular soberanista no es un suflé, como creían y quisieran sus adversarios, pero sí puede que hoy sea más complicado mantener la vivacidad y la confianza, y resulte cuesta arriba continuar sumando voluntades.
A ese aire de cierto desencanto contribuye también la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO). Bien es cierto que el sondeo, cualquier sondeo, debe tomarse con prevención, sin sacralizar sus resultados. Pero, ya digo, la encuesta parece abonar la hipótesis de ese posible estancamiento, de cierta fatiga.
Veamos, sin establecer jerarquía alguna, qué factores pueden estar detrás de ese posible enfriamiento. Algunos de ellos lo apuntó el director del CEO, Jordi Argelaguet, al dar cuenta el viernes de los resultados.
Uno. La falta de acuerdo sobre la ruta a seguir. El rechazo de Junqueras a la propuesta de Mas -difícil de comprender para muchos- ha sembrado el desconcierto y el desánimo. Además, no parece que esta vez vaya a producirse el milagro, sino que ERC va a seguir rechazando la fórmula unitaria del ‘president’.
Dos. Puede que la idea de que al menos lo peor de la crisis ha quedado atrás esté empezando a ser interiorizada por algunos sectores de la población. Y que la esperanza de mejora actúe de algún modo como paliativo contra los anhelos independentistas.
Tres. Las encuestas, en la línea de la del GESOP publicada el fin de semana por este diario, están vaticinando que en unas elecciones generales españolas el PP puede perder el poder, en gran parte gracias a la irrupción de Podemos. Y sucede que en la política catalana existe una regla que no deja de cumplirse: el independentismo sube cuando el PP se fortalece y muestra su cara más arrogante y agresiva. Los problemas del PP podrían haber ‘desmotivado’ a algunos independentistas.
Cuatro. Tal vez el éxito de la votación del 9-N, el protagonismo asumido entonces por Mas y la reacción iracunda del Gobierno español, lanzando a la fiscalía contra el ‘president’ y dos de sus ‘consellers’, haya hecho aumentar en algunos ciudadanos la sensación de peligro. «Esto va en serio», se habrían dicho para sí. Se trataría de la llamada ‘aversión al riesgo’, que se agudiza cuanto más real parece la posibilidad de independencia. Siempre y en todas las latitudes los unionistas se esfuerzan en presentar como una gran tragedia un triunfo independentista. La ‘aversión al riesgo’ fue clave en Quebec y Escocia. Por eso el independentismo necesita para ganar, además de estar muy movilizado y acudir masivamente a las urnas, llegar a la recta final con ventaja, con un cierto airbag.